A veces, al analizar un partido de fútbol se cae en la sentencia fácil. No es caprichosa, tiene su razonamiento lógico, basado en una división de tareas que tienen los jugadores por puesto y que los cargan de determinadas responsabilidades. Muchas veces, si a un equipo le hacen muchos goles se pone la lupa inmediatamente en el arquero y si defiende mal se saltea el análisis de la mitad de la cancha y se culpa a los defensores. Algo similar sucede con los delanteros, especialmente con el que juega por el centro, cuando en un equipo no aparecen los goles.

Sin embargo, esa mirada superficial no siempre alcanza para realizar un diagnóstico de cual es el problema de un equipo. Algo así sucede con Norberto Briasco y su sequía como delantero de Boca, aunque en este caso incluso un análisis superficial puede arrojar la conclusión de que no es él el culpable de su falta de eficacia.

El ex Huracán, desde que llegó al Xeneize, fue titular en cinco partidos: los dos de Copa Libertadores con Atlético Mineiro, el de Copa Argentina con River y frente a Estudiantes y Talleres por el campeonato local. Además, en ese mismo torneo ingresó unos minutos contra Argentinos Juniors. En toda esa participación, aún no remató al arco.

El primer dato que exime al delantero de responsabilidad es que en esos seis partidos en los que participó, Boca pateó al arco 10 veces en total, incluyendo dos remates frente al Bicho cuando él aún no estaba en cancha. En dos de esos encuentros, contra Talleres y contra River, directamente no se registraron tiros contra la valla rival. Es decir, en tal caso, es un déficit general y no particular.

En segundo lugar, debe analizarse la posición que ocupa Briasco. Es sabido que no juega como centro delantero ni llegó inicialmente para ocupar esa posición. El fracaso en diversas negociaciones desde Edinson Cavani hasta Roger Martínez y la lesión de Nicolás Orsini lo forzaron a ocupar un rol que no conoce. Incluso, si analizamos su estadística en su único equipo anterior, no es un delantero que tenga demasiado gol. En 83 partidos con la camiseta del Globo convirtió 11 tantos.

El promedio es de un gol cada siete partidos y medio. Para un jugador especializado en la generación de juego, quizás de manera más individual que colectiva, no es un número tan bajo. Pero, definitivamente no tiene el instinto del goleador. La necesidad y su contextura física, cercana a 1,80 de estatura, lo condenaron a un rol para el que no está preparado. Suele ocurrir, desgraciadamente, que el tamaño físico condiciona el puesto que ocupa un jugador mucho más que sus cualidades técnicas. Pero esto se da en categorías formativas, cuando a un futbolista se lo empieza a preparar para un rol, no ya formado a los 25 años.

En el último campeonato que jugó con Huracán, Briasco jugó sin una referencia de área al lado solamente un rato de la primera fecha, frente a Defensa y Justicia. Compartió delantera con Juan Garro de arranque, aunque después ingresaron Nicolás Cordero y Andrés Chávez. Después, siempre jugó con alguno de estos dos últimos, con Diego Mendoza y hasta con el juvenil Yair Abraham, pero nunca debió hacerse cargo de la parte goleadora del equipo.

Ni tampoco jugar de espaldas. Es un delantero que suele desempeñarse por afuera, en general por la izquierda para perfilarse y sacar el remate lejano. Quizás uno de sus puntos más débiles siempre fue el que ahora se le exige de manera permanente: recibir con la cancha al revés. De frente, genera; de espaldas, se expone a perderla.

Evidentemente hay responsables mucho más claros del momento de Boca, incluso en lo que respecta a la función de un número 9. El entrenador, Miguel Ángel Russo, es uno de ellos, dado que expone a Briasco a un lugar en el que no está cómodo. Es cierto, no tiene una parva de variantes, pero sí cuenta, por ejemplo, con Luis Vázquez, que si bien tiene 20 años, toda su carrera trabajó en esa posición. De todos modos, los máximos responsables están en el sector dirigencial.

El Consejo de Fútbol liderado por Juan Román Riquelme se deshizo de Ramón Ábila y de Franco Soldano y sólo incorporó a Orsini, que se hizo la revisión médica con una lesión que se subestimó y aún no pudo jugar. Más allá de eso, y del juicio que se tenga de quienes se fueron, la cuestión numérica es condenatoria: desde el propio Consejo creían que necesitaban un 9 cuando estaban Ábila y Soldano y habiéndose ido ambos solo vino uno. 

Ahora hay un apuntado: Juan el "Colo" Ramírez, un excelente delantero de Liverpool de Uruguay, con gran futuro. Pero, Boca no puede traerlo dado que cerró el mercado de pases. Sólo podrá hacerlo sin concreta una venta al exterior. Evidentemente, tener que desprenderse de un jugador con la temporada empezada, con una liga que ya lleva seis fechas, para suplir otro hueco, habla de una mala planificación inicial.