Después de ganar consecutivamente dos Copas de Europa (la Champions League de hoy) dirigiendo al Benfica de Portugal, el entrenador húngaro Béla Guttmann pidió un aumento de sueldo, pero como las negociaciones con los dirigentes no tuvieron éxito, a Guttmann no le quedó otra que marcharse del club al que había llevado a la cima de Europa.
Pero antes de irse, lanzó una maldición.