Después de ganar consecutivamente dos Copas de Europa (la Champions League de hoy) dirigiendo al Benfica de Portugal, el entrenador húngaro Béla Guttmann pidió un aumento de sueldo, pero como las negociaciones con los dirigentes no tuvieron éxito, a Guttmann no le quedó otra que marcharse del club al que había llevado a la cima de Europa.
Pero antes de irse, lanzó una maldición.

“En cien años desde hoy el Benfica sin mí no ganará una copa europea”.

Aquello que sonó a palabras envueltas en llamas para la ocasión se ha cumplido religiosamente durante más de medio siglo. El Benfica ha jugado ocho finales de copas europeas desde entonces y las ha perdido todas.

Con este solo argumento podría haberse escrito un buen guión cinematográfico, pero la vida de Béla Guttmann entregó mucho más.

Nació en Budapest, Hungría, el 27 de enero de 1899 en el seno de una familia judía. 
Pronto se hizo futbolista y jugó en el MTK Budapest, conquistando un par de títulos de liga.
Actuando para su Selección estuvo en los Juegos Olímpicos de París en 1924 (el fútbol se jugó en Colombes), aquellos que metieron a Uruguay en el planisferio. Uruguay sería también un capítulo en la vida de Guttmann, como se verá.

De Hungría se fue a jugar a Austria, al Hakoah Vienna, equipo que hizo furor en los años ’20 en el viejo continente.
En una gira por Estados Unidos, Guttmann quedó impactado cuando jugó un partido en el Polo Grounds de Nueva York (aquel estadio donde combatieron Firpo y Dempsey en 1923) y se fue a jugar a la liga norteamericana. Allí, a los 32 años, colgó los botines.

Cerró la pequeña ventana que fue su carrera de futbolista y abrió la enorme puerta de su vida como director técnico.

Su carrera como entrenador no tuvo parangón. Fue un teórico extraordinario, uno de los exponentes más brillantes de esa época repleta de técnicos húngaros dando cátedra por el mundo: Franz Platko (Barcelona, Boca, River), Jeno Károly (Juventus), Lippo Hertzka (Real Madrid), Jesza Poszony (Barcelona), Rudolf Jeny (Atlético Madrid), Emérico Hirschl (River), Elmer Banki, Gyorgy Orth, Leo Weisz.

Guttmann en sus primeros pasos como entrenador.
Guttmann en sus primeros pasos como entrenador.

Guttmann comenzó en Austria dirigiendo a su Hakoah, luego fue a Holanda para hacerse cargo del Enschede (hoy Twente), en Hungría ganó la liga con el Ujpest, luego fue al Honved de Puskas con el que tuvo una discusión que precipitó su llegada a Italia. 
Pero antes, pasó por la Argentina.

En 1952, dirigió a Quilmes en la segunda división.
El Cervecero finalizó lejos, a 21 puntos del campeón Gimnasia.

Béla en Italia. Dirigió al Milan en 1953 (el del uruguayo Schiaffino y los suecos Nordahl y Liedholm). En 1957 volvió al Honved de su patria, equipo que ya formaba parte de la mitología con la base de la selección magyar que había perdido insólitamente la final del Mundial ’54 ante Alemania: Puskas, Czibor, Kocsis, Boszik.
Con el Honved anduvo de gira por Brasil y allí lo tentaron para dirigir al Sao Paulo, con quien ganaría el título Paulista de 1957 con Dino Sani como eje medio y el fabuloso Zizinho en la ofensiva.
De Brasil a Portugal, a ganar la liga con el Porto. 
Allí se abrirían por primera vez las puertas del Benfica. 
A fines de 1960, Guttman hizo traer al club a un delantero nacido en Mozambique que haría historia de la buena: Eusebio.
De la mano de la “Pantera Negra” el equipo lisboeta sería el dueño de Europa.
Ganó la copa de clubes campeones (hoy llamada más glamorosamente Champions League) en 1961 superando en la final al Barcelona de Kubala, Kocsis y Czibor; y en 1962 venciendo al Real Madrid de Di Stéfano y Puskas. Ese Benfica fue el primer equipo que se fue del estadio Bernabeu con un triunfo ante el Real Madrid por competiciones europeas.

Guttmann junto la gran estrella portuguesa, Eusebio.
Guttmann junto la gran estrella portuguesa, Eusebio.

Y volvemos al inicio de la historia, cuando Guttmann lanzó su profecía.  
Tras alejarse del Benfica, el inquieto húngaro retornó a Sudamérica contratado por Peñarol de Montevideo. Y logró algo único: pocos meses después de consagrarse campeón de Europa jugó una final en Sudamérica. 
Peñarol perdió el cruce definitivo de la Copa Libertadores ante el Santos de Pelé en tercer partido disputado en el Monumental de Buenos Aires. 
Único entrenador en dirigir en un mismo año una final de la Copa de Europa y una de la Copa Libertadores.

Se quedó un año más en el Manya y a pesar de obtener el campeonato uruguayo el crédito se le acabó en el cruce semifinal ante Boca Juniors en la Libertadores del ’63.
El arquero símbolo de aquel Peñarol, Luis Maidana, le dijo al diario “El País”: “El hombre sabía, no hubo un entendimiento de parte nuestra. El idioma no fue un gran problema, porque él mezclaba portugués con italiano y se arreglaba de esa manera”.
 
A su carrera de técnico le quedaba aún un paso por Suiza, otro por Grecia, un par de equipos en Estados Unidos y el final en 1974 dirigiendo al Porto.

Béla Guttmann murió el 28 de agosto de 1981 en Viena, pero su profecía atravesó los tiempos.

“En cien años desde hoy el Benfica sin mí no ganará una copa europea”.

En 1963 perdió la final de la Copa de Europa ante el Milan, dos años después ante el Inter, en 1968 la perdió ante el Manchester United, en 1983 perdió la final de la Copa de la UEFA ante el Anderlecht de Bélgica, cinco años después cayó en la final del máximo torneo europeo de clubes ante el PSV de Holanda y en 1990 repitió la derrota ante el Milan. En 2013, el Benfica perdió la final de la Europa League ante el Chelsea y un año después la perdió ante el Sevilla.
Ocho finales perdidas.

Creer o reventar.