Basta de Villa. El mensaje debe ser claro, conciso y contundente. El mundo del fútbol apañó, cuidó y hasta pujó porque el primer episodio de violencia del jugador de Boca no tenga ninguna consecuencia. Esa lógica perversa que condena o exime deportistas de acuerdo a su poder, su camiseta y su talento debe extinguirse en clubes, hinchas, medios específicos y medios generalistas.

Sebastián Villa ya tuvo un episodio de violencia de género por el cual aún está en juicio. Golpeó a su ex pareja Daniela Cortés en el 2020 y este viernes fue denunciado por violación e intento de femicidio respecto a un episodio ocurrido en el 2021.

Todo esto lleva a una conclusión ineludible y de la que todo el mundo del fútbol debe hacerse cargo: el caso era totalmente evitable. La vida de una persona fue marcada a fuego para siempre por un episodio altamente traumático que se genera tan sólo un año después de que haya ocurrido otro similar y todos hayan hecho la vista gorda.

Alcanza con ver los comentarios de los hinchas en cada uno de los posteos de redes sociales referidos al tema. No hay condena alguna, no se pena lo hecho por el agresor, sino que se cae repetitivamente en el cuestionamiento a la víctima sobre cómo y cuando realizó la denuncia o la misma salió a la luz. Se cuida al violento de nuevo, a ver si puede seguir jugando al fútbol y no se detiene la maquina. 

Parece increíble pero es real: muchos ven como más importante que el agresor en cuestión pueda estar en una cancha de fútbol y hacer un gol más o menos que el hecho de que la vida de una persona haya sido brutalmente afectada y haya estado en riesgo de extinguirse.

Ojalá ninguno de los que duda de la denunciante deba atravesar por un proceso tan ultrajante como un abuso sexual. Es casi inverosímil que no exista empatía con alguien que tiene el coraje suficiente como para contar la situación que vivió con una figura pública que ya tuvo un episodio similar del que salió bien parado. Se lo toma como si fuese una cuestión cotidiana.

Otro sector que debe hacer un brutal autocrítica es el sistema de medios de comunicación, especialmente, los medios deportivos. Su cobertura es aberrante: se habla de crisis del mundo Boca o de un nuevo problema del club a horas de jugar un partido importante. Se cae en cuestiones absolutamente irrelevantes y se desvía el foco del posible criminal.

Un partido de fútbol no tiene comparación posible con el daño que un hecho de estas características genera en una persona. Pero claro, esa persona no vende diarios, no genera clicks, ni puntos de rating. 

Algunos diarios han llevado la cuestión al punto del más absoluto ridículo cuando al futbolista colombiano se le permitió volver a jugar. Han llegado a acusar a algún jugador rival con el que tuvo algún cruce deportivo dentro de la cancha de "violento al que todos protegen", en un evidente gesto de provocación a todas las víctimas de violencia de género, tan sólo para generar repercusión.

Después del primer caso, los dirigentes de Boca lo separaron del plantel y luego, ante la necesidad futbolística y sin que nada hubiese cambiado, lo volvieron a poner en el equipo. Las dirigencias del fútbol no parecen tener idea de que hace respecto de estos casos, pero para eso, la mayoría de los clubes tienen departamentos de género. Sin embargo, quedan en ridículo y sus funciones son casi nulas.

Sirven tan sólo para conmemorar fechas o emitir comunicados supuestamente comprometidos cuando no existen casos reales. Ante hechos como este, son brutalmente pasados por arriba por los dirigentes que dejan de ser ignorantes en la materia para ser cómplices.

Evidentemente el mundo del fútbol completo debe cambiar. Villa no es el único caso. Obviamente no todos los que integran ese sistema vinculado al deporte más popular del país son violentos ni generan consecuencias como esta. Pero así como se asocia al rugby con determinados hechos de violencia con determinadas características típicas, como el ataque en patota, hay casos demasiado repetidos en el fútbol que no parece hacer la más mínima autrocrítica.

A Boca le cabrá también revisar el perfil de sus futbolistas y que incidencia tiene en el hecho de que al menos 13 jugadores del plantel tengan antecedentes deportivos o judiciales problemáticos. Pero no se circunscribe a un club, es un problema de la sociedad en su conjunto, que, evidentemente, se potencia en el fútbol.