Lamentablemente es un clásico que suele tener al equipo nacional como derrotado. Son muchos los enfrentamientos en diversas circunstancias y España ha resultado históricamente un rival muy incómodo para la Argentina. En este caso, los europeos se impusieron 81 a 71 pero, de todos modos, la derrota no sentencia una eliminación.

El resultado, que no fue tan categórico como el primero, deja con vida al equipo de Sergio Hernández. Está claro que el rendimiento mostrado hasta ahora no es bueno y es claramente inferior al del Mundial de hace dos años. En sus equipos, las individualidades crecieron, pero colectivamente en la selección se retrocedió.

De todos modos, en comparación al juego con Eslovenia, se dio un paso hacia adelante. Hubo un mayor intento de elaboración antes de cada tiro, no se cayó en arrestos individuales permanentes y se ajustó la marca, especialmente en la primera línea. El mejor argentino fue Nicolás Laprovittola, que resolvió muchas situaciones complejas cuando España se hizo fuerte en defensa y convirtió 27 puntos, el número más alto del partido.

En el rival, sin dudas, Ricky Rubio fue el mejor: manejó la pelota y hasta el partido. Cuando el base de Minnesota Timberwolves aceleró, todo su equipo fluyó y para la Argentina se volvió imparable. Hasta administró la ventaja y el cansancio de sus compañeros. Como si todo eso fuera poco, se despachó con 26 puntos.

El conjunto nacional no está aún afuera. Tiene chances de clasificar como mejor tercero y para eso requerirá ganarle sí o sí a Japón el domingo a la 1.40, pero antes necesitará que Estados Unidos le gane a República Checa el sábado a las 9. No es descabellado sino todo lo contrario, sería el resultado lógico. Contará también la diferencia de puntos, por lo que cuanto más amplio sea el triunfo norteamericano o el propio argentino que se requiere, más chances habrá de alcanzar los cuartos de final.