Otra vez Argentina dio seguridades respecto a lo que se viene. Como equipo y en la casi todos sus puntos individuales, el conjunto de Lionel Scaloni volvió a cumplir con su deber y derrotó por 3 a 0 a Jamaica en Nueva York. Los goles fueron de Julián Álvarez y dos veces Lionel Messi, que entró y tuvo su show aparte.

El rival fue un poco más que Honduras. Desde lo individual, tuvo en cancha a varios futbolistas con mayor nombre, como León Bailey, Michail Antonio o Bobby Reid, que juegan en la Premier League. Desde lo colectivo tuvo una propuesta más osada y se mostró como un equipo con mucha mayor capacidad física.

El arranque del juego fue intenso e interesante. La Albiceleste fue intensamente presionada y pudo sortear esa primera línea defensiva y jugar con tranquilidad y a un toque en campo rival. A cada intento individual de los peligrosos delanteros rivales, respondió muy bien la defensa nacional, especialmente Cristian “Cuti” Romero, que en el mano a mano parece impasable.

A los 13 minutos, tras una tremenda jugada colectiva, Lautaro Martínez recibió en el área, enganchó hacia su izquierda y tocó suave hacia adentro para Álvarez la empuje a la carrera y ponga el 1 a 0.

Tras el tanto, el equipo argentino tuvo un rato prolongado de gran dominio sobre el juego y enorme percepción colectiva de lo que pedía cada una de las jugadas. Generó algunas situaciones más de gol: las más claras no las pudo finalizar Giovani Lo Celso, que no tuvo problema en ser el eje del equipo ante la falta de Messi en la primera mitad.

A partir de la media hora, el conjunto nacional tuvo un pequeño bajón vinculado esencialmente a una cuestión física, aunque también, seguramente, haya tenido su influencia la obvia relajación ante un rival que jamás lo exigió. Esa dinámica se extendió también en una parte del complemento, hasta que algunos cambios reactivaron la historia.

Entró Enzo Fernández, que jugó de volante central retrasado y si bien lo hizo de buena forma, no lució como contra Honduras, cuando, con la presencia de Alexis Mac Allister, de buena gira, más atrás, pudo estar más suelto en un rol más creativo.

El ingreso de Messi, que saltó a la cancha al mismo tiempo que el volante del Benfica, requiere prácticamente una nota aparte. Entró muy inspirado y tiró del carro lo suficiente durante los primeros minutos como para que todo el equipo se pueda encender a su lado. 

Cuando quedaban 10 minutos, el 10 comenzó su monólogo. Primero tocó hacia adelante, fue a buscar y se quedó con la pelota pese a un rebote defectuoso de Lo Celso. Encaró hacia el área y antes de entrar en ella sacó un clásico disparo de los suyos contra el palo izquierdo del arquero para definir la historia.

Pero faltaba más. Tres minutos más tarde él mismo generó un tiro libre muy cercano al área y se dispuso a ejecutarlo con su habitual maestría. Pese a la nutrida barrera compuesta por propios y ajenos la puso suave pero bien colocada contra el palo que cubría el arquero Andre Blake. El capitán entró tan enchufado que ni siquiera se desconcentró con las múltiples invasiones de cancha que se produjeron a causa de fanáticos desesperados por saludarlo.

Todavía existe la chance de que Argentina juegue un partido más ante Emiratos Árabes,pero todo indica que será dentro de un marco absolutamente informal, casi de entrenamiento, para evitar cualquier tipo de mal trago a poco de la Copa del Mundo. Este último parece haber sido el último amistoso formal de una etapa preparatoria marvillosa.

En la cita máxima puede pasar casi cualquier cosa: hay equipos que han llegado muy bien preparados y les fue muy bien y otros a los que les fue muy mal. El fútbol es impredecible y en buena medida incontrolable, pero eso no exime a los protagonistas, cuerpo técnico y futbolistas, de hacer todo lo racionalmente posible de la manera más perfecta y puntillosa como para alcanzar el tan ansiado éxito. Y Argentina lo ha hecho excelsamente, como casi nunca en su historia.