El Barcelona recibió otro cachetazo contundente, de esos que duelen, pero a los que cada vez está más acostumbrado. A los flojos resultados locales ya se le había añadido además un frío baño de realidad en la primera fecha de la Champions League, cuando perdió por 3 a 0 con el Bayern Munich de local. Los catalanes no están a la altura de los bávaros hace rato, eso está claro, pero un nuevo golpe genera aún más dudas.

En la segunda fecha también fue derrota por 3 a 0 ante el Benfica en el Estadio Da Luz. El equipo portugués no está en los primeros planos de Europa hace mucho tiempo. De hecho no gana un torneo internacional hace más de 60 años y sus última final continental fue por Europa League, hace ya siete años. Ni siquiera fue campeón de su liga durante la última temporada. Es decir, está lejos de los mejores y aún así vapuleó al Barca.

Los cuestionamientos al entrenador Ronald Koeman son cada vez más duros por parte de los hinchas y la prensa española. Lo acusan de promover juveniles sin contexto y de no tener la capacidad de adaptar su plan de juego a las circunstancias de los partidos. Públicamente, los jugadores lo respaldan, pero los dirigentes optan por el silencio y su suerte parece sellada.

Pero no termina ahí la historia. Joan Laporta, que ganó las elecciones el año pasado con la permanencia de Lionel Messi como bandera, es otro apuntado. Hoy no está el argentino, el equipo es visiblemente más débil y queda cada vez más claro que los motivos de la salida del máximo ídolo de la historia del club no fueron exclusivamente económicos. Si se va Koeman y llega otro técnico que tampoco pueda con un plantel débil, será el principal apuntado.

Los jugadores tampoco se salvan de las críticas furiosas. Especialmente, algunos de los históricos que están en un muy bajo nivel como Gerard Piqué. Si se equivoca Luuk De Jong, cuya jerarquía nunca estuvo a la altura de los últimos años gloriosos del Barcelona, la culpa es de quien lo trajo, pero si Piqué no rinde, no hay otro blanco para las críticas que él mismo.

Por último, los más alarmistas empiezan a preguntarse si no es conveniente que el equipo se desentienda del ámbito europeo. Muchos afirman, no sin razón, que no parece posible que el equipo culé llegue muy lejos en la Champions con lo que tiene y que concentrarse en ello lo desenfoca de La Liga, donde tampoco le sobra nada y con sólo siete fechas jugadas ya está cinco puntos abajo del Real Madrid.

Hay quienes temen incluso finalizar el año en posiciones mucho más bochornosas, por lo que demandan total atención a nivel local. Otros, un tanto más cautos, creen que quizás este equipo no esté para pelear la Champions League, pero sí puede tener alguna oportunidad en la Europa League, motivo por el cual no puede descuidarse el escenario europeo, porque para llegar a la segunda competencia continental, debe terminar tercero en su grupo en la primera.