Cuesta creer que sea posible engañar con una burda treta sin demasiada elaboración a los mejores. Cualquiera que se plantea hilvanar una mentira, trata armarla y sostenerla en un contexto medianamente adecuado; primero para evitar ser descubierto y segundo para evitar papelones. Es decir, si una persona finge ser un descomunal boxeador sin jamás haberse calzado unos guantes, seguramente no lo haga en la cara de Mike Tyson o Muhammad Ali.