En 2015, cuando la posibilidad de que Donald Trump llegara a ser presidente de Estados Unidos aún era una entelequia, David Berg, profesor de psiquiatría de la Universidad de Yale, observaba que las amenazas a la seguridad percibidas por los norteamericanos provenían “tanto del país (por el cambio demográfico, la codicia de Wall Street, la inmigración y las consecuencias de la desigualdad) como del exterior (el desorden internacional, ISIS, China y Rusia, entre otros)”. Trump, concluía Berg, apelaba a la irritación de sus compatriotas, confiados en que su beligerancia iba a convertir al mundo en un sitio más seguro.