En la perinola del costo político salió el “Todos ponen”. A veces suele ocurrir con la confrontación permanente. No gana nadie. Pierden todos. Ni Cristina ni Moyano pueden atribuirse una victoria por la marcha de protesta que ayer hicieron tres centrales obreras a la Plaza de Mayo. Cristina tuvo que soportar que miles de trabajadores organizados que en su mayoría votaron por ella estuvieran movilizados en la calle gritando consignas muy críticas hacia el oficialismo.

Hugo Moyano tuvo que soportar que esos miles no fueran una gran multitud y que en lugar de mostrar fortaleza dejara en evidencia cierta confusión de objetivos y un abuso del recurso de la pelea. Hay mucho hartazgo y agotamiento en la sociedad respecto de las actitudes agresivas y del conflicto eterno. Y eso vale para todos los integrantes de la clase dirigente y para todos los sectores.

Fue un año repleto de excesos y desmesuras donde todos redoblaron la apuesta y casi nadie puso la pelota bajo la suela y la reflexión en el escenario. Hay una demanda de moderación, de diálogo y de prudencia hacia todos. Sobre todo hacia la presidenta de la Nación que es la principal promotora del combate cuerpo a cuerpo contra todos, pero también para el resto de los dirigentes. Deberían tomar nota los delegados de base del subte, los conductores de los movimientos sociales y también los cuadros gremiales de los docentes y otros sindicatos que a veces parece que su única actividad es decretar un paro tras otro.

Ojo con eso. Nadie niega el derecho a la protesta. Todo lo contrario. La queja, los paros, las movilizaciones son el pulmón por donde respira la democracia, la confirmación de que la sociedad está viva y no acepta nada con resignación. Pero eso es una cosa y el corte, el bloqueo, el paro, las marchas permanentes generan un nivel de saturación que debe registrarse. El humor de una sociedad es una de las subjetividades que deben sumarse en todos los análisis. Así como Cristina en un momento superó el límite de la paciencia de los argentinos con sus cadenas nacionales casi diarias, también produce rechazo o un apoyo reducido, una marcha a Plaza de Mayo a menos de un mes de un paro general con bloqueos en las rutas.

Cristina perdió porque muchos de los movilizados son peronistas y seguramente la votaron en el 2011 y porque ahora, están revisando su votos para el 2013. Cristina perdió porque a ningún gobierno le gusta y menos a uno de matriz peronista, que le diputen el control de la calle. Cristina perdió porque los oradores pusieron en agenda varios problemas que el gobierno ignora o se niega a resolver. Hablo de la inflación, la inseguridad, los jubilados y el robo a los trabajadores que significa el impuesto a las ganancias.

Moyano perdió porque se dejó llevar por la ansiedad confrontativa y eso le hizo perder contundencia en su poder de convocatoria. Moyano perdió porque igual que Cristina decide casi todo en soledad y por eso, entre otras cosas, no participó el poderoso gremio de los bancarios. Moyano perdió porque no supo de que manera convocar a los sectores medios y a los caceroleros que todavía le desconfían y que no se sienten representados de prepo, de un día para el otro. Esa alianza, si en algún momento se da, será producto de bajar las sospechas mutuas, los prejuicios y de una construcción colectiva que lleva su tiempo. Los dirigentes son pragmáticos y pasan de insultarse un día a trabajar juntos al día siguiente. Los ciudadanos tienen otros tiempos, sus broncas y sus amores duran más, son más ideológicos o afectivos que prácticos.
 
El reclamo social de tener un país normal que dialogue para resolver problemas cotidianos es para toda la clase dirigente. Para oficialistas, opositores, políticos, sindicalistas y empresarios. El aire se hizo irrespirable por la pólvora que dejaron las descalificaciones tan explosivas. La serenidad, la inteligencia para encontrar denominadores comunes es un activo y no una muestra de debilidad. Negociar a la luz del día y hacerlo con sentido común y sin fundamentalismos, es demostrar que se puede construir un país en serio. Un país donde no haya solo enemigos.

Donde haya adversarios y donde sea posible de vez en cuando lograr algún consenso y no siempre potenciar los disensos. Si la democracia se convierte en un juego de autitos chocadores donde solo hay pelea y violencia discursiva se deteriora la razón de ser del sistema. Ya lo dijo Ricardo Lagos, democracia es conseguir la mayor felicidad para la mayor cantidad de gente posible. Y eso se consigue con la mano extendida y no siempre con el puño cerrado. Ayer perdieron todos. El gobierno y las centrales sindicales. Llegó la hora de reflexionar.