MADRID – Cuando el físico norteamericano John Wheeler acuñó en 1967 el término agujero negro no pensó en el planeta. Recreó una región finita del espacio en la cual la fuerza de gravedad es tan fuerte que ni la luz puede escapar. Descartó de ese modo otras definiciones frecuentes, como las estrellas oscuras de Michell, las singularidades esféricas de Schwarzschild, las estrellas congeladas de la Unión Soviética y las estrellas colapsadas de los físicos de Occidente. El agujero negro no requiere telescopio en 2018, sino brújula. Está al ras del suelo en Siria, Afganistán, Sudán del Sur, Myanmar y Somalia, cunas de los llamados refugiados.