La ultraderecha alemana halló una excusa para lanzarse a “la caza del extranjero” en la ciudad de Chemnitz, en el este del país, a unos 30 kilómetros de la frontera con la República Checa. El asesinato en circunstancias extrañas de un alemán de origen cubano, de 35 años, avivó la llama de la xenofobia. En el altercado, ocurrido durante un festival popular, participaron no menos de diez personas de diversas nacionalidades. La violencia generalizada no se hizo esperar. La canciller Angela Merkel quiso echar paño fríos, pero no pudo calmar la tensión que cunde en su país y en otros de Europa por el arribo de migrantes, en su mayoría ilegales.