Así como Donald Trump prometió durante su campaña electoral la ruptura del acuerdo con Irán, también se comprometió a trasladar la embajada a Jerusalén, “la capital eterna del pueblo judío". La decisión, sólo imitada por Guatemala, Paraguay y quizás Honduras, no pudo ser más inoportuna inclusive por la fecha: la víspera del Nakba (catástrofe), éxodo de palestinos tras la primera guerra contra Israel, en 1948. Fue el segundo capítulo en menos de una semana de una rutina. La rutina de la provocación. La mudanza se saldó con un balance de víctimas palestinas en Gaza sin precedente en una sola jornada desde la guerra de 2014 y con heridas diplomáticas de difícil sutura.