Hay gente que paga puntualmente sus impuestos, pero defiende a un presidente, un ministro, un legislador, un gobernador o un alcalde que arriba al cargo con un patrimonio más o menos modesto, elude esa obligación y amasa una fortuna injustificable. No es el caso de Donald Trump, rico desde la cuna, aunque se haya jactado de no presentar su declaración de impuestos en tiempo y forma. Hay gente que también defiende a aquellos que, envueltos en un supuesto halo de impunidad, alzan el índice para señalar a quienes critican su proceder e incitan a la violencia a sus fanáticos en su afán de torcer o negar la realidad. Es el caso de Trump.