Los adultos de los países ricos viven 18 años más que los de los pobres y, a su vez, en todo el mundo, la expectativa de vida de las mujeres supera la de los hombres, pero, curiosamente, se jubilan antes. El aumento de la brecha entre unos países y los otros, así como la posibilidad de prolongar la existencia 5,5 años más desde comienzos de siglo, como corrobora la Organización Mundial de la Salud (OMC), convalida el plan del presidente de Francia, Emmanuel Macron, de unificar los 42 regímenes de pensiones y elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años desde 2027. Lo convalida en teoría.

La resistencia de los sindicatos y de otros sectores desde el 5 de diciembre agrega pimienta al pulso análogo de los chalecos amarillos por la suba del precio del combustible. Llevan más de un año en las calles. Macron no puede borrar la imagen que irradia. La de ser el representante de los pudientes. Tiene más poder que cualquier otro mandatario occidental gracias a la Constitución de 1958. Su partido, La République en marche, cuenta con una mayoría holgada en la Asamblea Nacional. En ese escenario, la tensión por un sistema de pensiones más justo no colisiona con su fin, sino con la forma.

En 1995, el primer ministro conservador Alain Juppé debió suspender un proyecto  similar. Luego renunció. Macron alega que otros países de Europa adecuaron la edad de jubilación por el envejecimiento de la población y por los estragos provocados por la crisis de 2008. Nada en forma inmediata. Varían los períodos de cotización y los haberes: de 15.000 euros en Suecia a 1.000 en Francia y 400 en Portugal. La mayoría decidió extender los plazos. Alemania, Portugal, Grecia y Dinamarca, de 65 a 67 años. Finlandia, de 63 a 68. Italia, de 66 para los hombres y de 62 para los mujeres a 67 para ambos sexos.

La edad media de jubilación ronda en casi todo el mundo los 65 años para los hombres y los 60 o los 62 años para las mujeres. En la mayoría de los países se aplica el reparto estatal. En Chile, las protestas contra los ahorros individuales en las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), legado de la era Pinochet, detonaron la mayor crisis política desde el retorno de la democracia. Las edades de retiro de América latina son dispares. La brecha entre las más altas (Argentina, Costa Rica, México, Perú, Brasil, Chile, Cuba y Honduras) y las más bajas (Bolivia, El Salvador y Venezuela) va de los 65 a los 50 años, respectivamente.

En su cruzada por un sistema equitativo y el final de algunos privilegios, Macron perdió al arquitecto de la reforma, Jean-Paul Delevoye, miembro del Consejo de Ministros. Dimitió por una sucesión de revelaciones sobre cargos paralelos. Un conflicto de intereses. Sobre el plan, “la madre de todas la reformas” desde la campaña presidencial de 2017, se asoma tanto la sombra de un capitalismo voraz, que obliga a trabajar de más a las personas, como una previsión de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). El cálculo no cierra: en 2050 habrá 58 personas jubiladas cada 100 activas. Ahora son 41.

El retiro a tiempo estimula, pero, con décadas por delante, también impone el desafío de aprovechar el tiempo libre y de compensar una vida dedicada a determinadas rutinas. En el Reino Unido, una encuesta reveló que un cuarto de los jubilados piensa que se vio forzado a tirar la toalla en forma precipitada. No es lo mismo haber sido ferroviario, minero u obrero que oficinista, bancario o empleado de comercio. El descanso, merecido, no tiene por qué truncar la posibilidad de progreso o de realización personal. El mejor antídoto contra los achaques. En principio, cada vez más tardíos.

Jorge Elías

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