No ajeno a la convulsión global, Irak vive la suya. La peor desde la caída de Saddam Hussein. Estalló en octubre por la destitución del general Abdul Wahab al Saadi, comandante de la fuerza antiterrorista de élite. Un héroe nacional. El artífice de la derrota del Daesh, ISIS o Estado Islámico después de haber dominado parte del territorio durante tres años. Las protestas, reprimidas con dureza como en otras latitudes, se saldaron con cientos de muertos, heridos y detenidos y evolucionaron hacia reclamos por la corrupción, el sectarismo, la economía y el sistema político. En noviembre cayó el primer ministro Adel Abdel Mahdi. Duró menos de un año en el cargo.