Cuando Donald Trump aceptó la nominación para la candidatura presidencial, durante la convención de Cleveland, reflotó el lema de la campaña de Richard Nixon. El de la ley y el orden. El asesinato de George Floyd en 2020 y el de Martin Luther King en 1968 no guardan relación entre sí, más allá del color de la piel, pero sacuden tanto a Estados Unidos como a otros países por la falta de vacunas contra dos virus imperecederos, la discriminación racial y la violencia policial, y otro de igual cepa, acaso tan contagioso como el COVID-19, la supremacía blanca. Esa que alienta Trump, como Nixon en su tiempo el de “la mayoría silenciosa”.