A mediados de la década del cincuenta, el líder independentista argelino Abane Ramdane se preguntó si era mejor matar a una decena de enemigos en un barranco remoto, “cuando nadie hablará de ello”, o “a un solo hombre en Argel, del cual se harán eco al día siguiente”. La cadena de explosiones del Domingo de Pascua en iglesias y hoteles de Colombo, Sri Lanka, respondió a ese patrón. No por una causa concreta, como la independencia de Argelia en el caso de Ramdane, “arquitecto de la revolución”, sino por la necesidad de transmitir un mensaje: el Daesh, ISIS o Estado Islámico sigue vivo tras ser derrotado en Siria y en Irak e insiste en perseguir a los cristianos.