La gran pregunta sin eufemismos es: ¿Logrará el oficialismo desarticular a los grandes medios y consolidar su propio monopolio de comunicación para-estatal en forma exitosa? ¿Decidirá en forma urgente la Corte Suprema sobre estos temas de vida o muerte o los guardará en un cajón hasta que el pueblo resuelva en las urnas la continuidad o el fin del kirchnerismo? El matrimonio presidencial sabe que los tiempos apremian y por eso aceleran aunque nos lleven derechito a varios conflictos de poderes. Son concientes que disponen de un mínimo margen de maniobra para que la Corte Suprema de Justicia resuelva a su favor varios de los conflictos con los que han intentado quebrarle el espinazo al Grupo Clarín y a sus empresas más poderosas.

Por eso ni el matrimonio presidencial ni Aníbal Fernández cuidaron las formas para presionar públicamente con sus declaraciones al máximo tribunal. La falta de respeto fue dar por hecho que son dependientes del poder económico y exigirles que dejaran de serlo. Por eso a la Corte le espera un destino de arquero, si apelamos a la metáfora futbolera. Y son varios los penales que les van a ejecutar en el corto plazo. Es que todos los caminos conducen a la Corte. La judicialización de la política construyó un embudo que desemboca en la puerta del despacho del doctor Ricardo Lorenzetti. Y no solamente estamos hablando de la madre de todas las batallas, la Ley de Medios Audiovisuales, y el artículo 141 que es su ADN porque obliga a los grupos dominantes a vender radios y canales. Seguramente, mas temprano que tarde, también deberán dar su veredicto en otras batallas de la misma guerra: Papel Prensa, Fibertel-Cablevisión y el vacío legal o no que puede generar la caída de las facultades delegadas por el Congreso al Poder Ejecutivo.

El gran obstáculo para el gobierno es que la Corte, respetada por la mayoría de la sociedad por su excelencia académica e independencia, tiene otros tiempos mucho más lentos que los que necesitan Néstor y Cristina. Pero, sobre todo, que “los supremos”sienten dolores de úlcera cada vez que los obligan a resolver problemas que no son de estricta raíz legal y que tienen todo el aspecto de persecuciones políticas. Los ministros de la Corte desprecian ese lugar donde los quieren poner como una suerte de cuerpo de bomberos que tienen que apagar los incendios producidos por los gobernantes que juegan alegremente con fuego.

Estas respuestas serán alumbradas por las urnas. La soberanía ciudadana dirá si esta es la última fase de un kirchnerismo que se pertrecha para resistir desde la oposición o la consolidación de un proyecto que entrará en la tercera etapa de una continuidad sin antecedentes en la historia argentina.