Que estaba oculto, que estaba muerto, que estaba bromeando. El paradero del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, despertó infinidad de especulaciones durante tres semanas. Sobre todo, políticas. En el noreste de Asia, sus vecinos Corea del Sur y Japón; su aliado, China, y su adversario lejano, Estados Unidos, viven pendientes de las denodadas pruebas nucleares de la dinastía. Una dictadura de tres generaciones de la familia Kim desde mediados del siglo XX en un país hermético. Su último eslabón, ausente sin aviso, se ganó un mote. El de Rocket Man (Hombre Cohete), según Donald Trump. Mezcla de burla y de respeto.