Tiene razón Hebe Bonafini: no hay crimen perfecto. Siempre se dejan huellas y evidencias. Eso es lo que la presidenta de Madres de Plaza de Mayo le dijo ayer a los hermanos Schoklender: no hay crimen perfecto. Parece mentira que Hebe haya utilizado ese lenguaje tan descarnado. Horacio González, el director de la Biblioteca Nacional, uno de los soportes intelectuales del kirchnerismo, escribió que los que quieren estigmatizar a Bonafini sostienen “desde un psicoanálisis silvestre que se completó el parricidio con un matricidio”. Es decir que los hermanos que asesinaron a sus padres hoy están asesinando metafóricamente a Hebe de Bonafini, su madre adoptiva. La verdad es que el panorama que hoy muestran las Madres es patético y desolador.

El gobierno nacional con su obsesión por transformar todo en un negocio de sometimiento político, la tozudez autoritaria de Bonafini que se negó a escuchar todas las advertencias de sus mejores amigos y la banda de delincuentes liderada por un psicópata como Sergio Schoklender han logrado lo imposible. Han conseguido hacer realidad el sueño de la ultraderecha más retrógrada y golpista de la Argentina. Han colocado a las Madres de Plaza de Mayo en el peor momento de la historia. Rodeada de escándalos, de cheques voladores, sociedades fantasmas, testaferros, de yates y ferraris, de impuestos evadidos, de deudas provisionales, de dólares chavistas en negro, de denuncias de patoterismo armado contra albañiles y habitantes de las villas, de acusaciones mutuas. No se puede creer que en tan poco tiempo haya caído sobre las madres una tormenta tan grande de desprestigio, desilusión y sospechas. Y menos se puede creer todavía cuando aparece con claridad que los responsables de semejante cosa no son los fascistas, son sus compañeros de ruta.
 
Hebe está herida por el fuego amigo, por los errores no forzados, por la bulimia de poder del kirchnerismo, por ese infantilismo de ocultar todo lo posible todo el tiempo y si trasciende, acusar al periodismo. Está claro que se durmieron en los laureles de la impunidad que da el poder.

Los derechos humanos en general y Hebe Bonafini en particular conforman uno de los pilares en los que se asentó el Frente para la Victoria. Tanto Néstor como Cristina, igual que los Schoklender se proclamaron hijos de las Madres de Plaza de Mayo. Sin embargo hoy en medio del terremoto por el que está pasando Hebe, la presidenta no ha pronunciado una sola palabra sobre el tema. Hace 15 días que Hebe y la decena de madres que la siguen están siendo vapuleadas y la presidenta, repito, no considera necesario decir esta boca es mía. El gobierno quiere convertir a Sergio en un chivo expiatorio y lavarse las manos de toda su responsabilidad. Pero no le resulta fácil. Porque no es solamente la construcción de viviendas populares sin controles ni licitaciones.

En cada olla que se destapa aparece un olor nauseabundo. En la imprenta que fabricó afiches de campaña del kirchnerismo y que cobró con cheques oficiales, en la radio que está floja de papeles por donde se la mire, en la universidad donde le deben 4 meses de sueldo a los profesores. Hebe dijo que los hermanos Schoklender fueron estafadores y traidores. Los hermanos piden que le allanen la casa a Hebe y que la investiguen a ella porque ella también firmó todas esas planillas que queman. Ricardo Gil Laavedra es el presidente del bloque de diputados del radicalismo pero fue uno de los integrantes del tribunal que juzgó a Videla, Massera y el resto de los genocidas. Ya está en la historia democrática por eso.
 
Gil Laavedra, que obviamente no es un enemigo de las madres, pidió que la organización sea intervenida. Sería el peor de los finales para las Madres de Plaza de Mayo. Una hecatombe en el mundo simbólico de los derechos humanos. Un verdadero crimen imperfecto. Solo queda exigir como siempre: juicio y castigo a los culpables.