Uno de los problemas mas graves que tiene el gobierno de Cristina es el infantilismo de creer que lo que no se nombra, no existe. No pronuncian la palabra inseguridad y es como si la borraran del diccionario y del mapa. Ni mencionan la palabra inseguridad y es como si todo estuviera bajo control. Los robos, los asesinatos, el aumento del consumo de droga, la crueldad de los crímenes son solamente un invento de los medios de comunicación hegemónicos y destituyentes.

Es una lástima que un gobierno que interviene en casi todos los aspectos de la vida nacional crea en el neoliberalismo mas extremo. En esa frase nefasta de Laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même; «Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo». La verdad es que para combatir al delito y al crimen organizado esa frase es un epitafio. No se puede dejar hacer ni dejar pasar, nada. Hay que operar sobre la realidad para modificarla.

Esconderla bajo la alfombra, negar la existencia de la inseguridad es el peor de los caminos. Nadie soluciona un problema que niega. Reconocerlo en su verdadera dimensión es el primer paso para resolverlo. Otro prejuicio ideológico negativo es que el gobierno de Cristina cree que el pedido, el reclamo de seguridad es una bandera de la derecha. Y aquí también se equivoca, solo basta con ir a los barrios más humildes para comprender que el reclamo de vivir en paz y en tranquilidad con nuestros hijos y nuestras familias es un derecho humano. Es el primer derecho humano: a vivir sin temor a que nos roben o maten a nuestra familia. La persona que le exige seguridad al estado no es un derechista que esta pidiendo mano dura y violencia sin leyes para asesinar gente humilde solo por portación de cara o de color de piel. Es alguien que quiere que todo el aparato y la capacidad del estado y la democracia, y las garantías se ponga en marcha para solucionar uno de las preocupaciones que está hace años en el primer puesto de las prioridades de los ciudadanos.
 
Y mientras más humilde sea el barrio en donde vive ese ciudadano, mas reclama protección. Porque quiere ir a su trabajo sin peligros. Porque quiere mandar a sus chicos al colegio y saber que no le roban un par de zapatillas o le meten una puñalada por afanarle una campera. Los ricos tienen seguridad privada, autos blindados, rejas, cámaras de televisión para vigilar. Los pobres no tienen nada.

¿Es tan difícil de entender eso? No se trata de meterle balas a los delincuentes. Se trata de articular políticas de estado republicanas donde haya más educación, mas trabajo, una policía que sea mas honrada y eficiente, mejor justicia y un estado que coordine todo para defender a los argentinos honestos que se rompen el lomo todo el día trabajando para progresar. El gobierno mira para otro lado. Calla y otorga. Por eso, cuando hay crímenes atroces como el de los dos hermanos verduleros de Cañuelas, el pueblo reacciona. Se moviliza en paz y ejerce su derecho a peticionar a las autoridades. Son gente común que pide algo lógico. Pan, paz y trabajo. “Nos matan deporte”, se quejó uno de los vecinos. El genial Néstor Marconi, sentenció: “Todos estamos en lista de espera”, después que le robaron dos bandoneones de colección de un valor incalculable.

La familia del director técnico y ex campeón del mundo Jorge Burruchaga sufrió dos robos en menos de una semana. Burru apeló a la sinceridad brutal: “Nos viven robando, nos viven matando y les dá lo mismo” No es solo una sensación como nos quieren hacer creer. Por algo el ministerio de Justicia no publica estadísticas de delitos desde el 2009. Hay un INDEC de la inseguridad. Como el INDEC que defendió Abal Medina.

Todos estos argentinos que reclaman, no son golpistas ni nada que se le parezca. Bajar los niveles de delitos, combatir la crueldad de los crímenes y custodiar la paz y la tranquilidad para todos los argentinos es una tarea noble y profundamente democrática. Hay que sacarse las anteojeras y los dogmas ideológicos y defender siempre a la inmensa mayoría de la sociedad. Con la ley en la mano pero con todo el peso de la ley.