Ya pasó el pico de las ocupaciones ilegales que comenzaron en el Parque Indoamericano. Ya se descomprimió la situación de mayor violencia. Es el momento del balance. De sacar las mejores enseñanzas de la crisis. La primera conclusión básica es de sentido común y dice así: hablando se entiende la gente. Ya lo dijo el ex presidente Raúl Alfonsín en su legado: en la política si no hay diálogo hay violencia. Hablando se entiende la gente mas allá de las ideologías y las camisetas partidarias. En un momento el intercambio de chicanas y acusaciones entre el gobierno nacional y el de la ciudad fue tan terrible que la señal que se enviaba a los ciudadanos era de descontrol y de ausencia del estado.

O sea, la peor señal de todas. La que potencia el caos y la anarquía, el vale todo. La que permite que cualquiera haga lo que se le canta. Que deja un espacio vacío de autoridad y eso posibilita que un muchacho de 18 años humille a un prefecto y le pegue y lo escupa en la cara. O que vecinos enardecidos vomiten palabras cargadas de instinto asesino y de odio racial. O que punteros partidarios utilicen tristemente a la gente mas necesitada. O que se desarrolle una batalla campal entre pobres y se desate una cacería del que tiene un color de piel distinto. Algo quedó muy claro: el estado no puede desertar de sus responsabilidades indelegables.

La enseñanza es que apenas aparecieron señales claras de que había planes y de que ambos gobiernos estaban dispuestos a atender de la mejor manera las demandas sociales y que también iban a hacer cumplir la ley, todo se fue encarrilando. Todo se tranquilizó. Apareció la solidaridad y la autoridad que tranquilamente pueden ser las dos caras de una misma moneda. Es tan grave el autoritarismo que castiga sin razón como la falta de autoridad que habilita la ley de la selva y la ley del más fuerte. En síntesis: bienvenido el diálogo racional entre las partes.
 
La otra enseñanza es que hay que terminar con las teorías conspirativas. En el discurso de la tarde de ayer la presidenta Cristina Fernández habló de un reclamo apadrinado por Eduardo Duhalde aunque no lo nombró. Imaginó que semejante movilización se había producido para empañar el balance de sus tres años de gobierno y para erosionar su poder. Otros voceros oficiales llegaron a delirar planteando que había un complot para perjudicar a Cristina y poner otro candidato para el 2011. Si todo eso hubiera sido cierto no se podría haber desactivado tan rápido la toma de las tierras. Apenas se pusieron las cosas en su lugar y los gobernantes gobernaron en vez de pasarse facturas y tirarse con muertos y pobres por la cabeza, las cosas se encaminaron con prudencia y racionalidad. Basta de ver fantasmas por todos lados. Hay que custodiar las instituciones democráticas porque siempre hay corruptos, mafiosos y antidemocráticos.

Pero por suerte y por obra y gracia de la solidez de las instituciones son grupitos menores. Trabajando por el bienestar de la sociedad y sin descalificar a nadie, se avanza por los mejores caminos. Aníbal Fernández, el jefe de gabinete deberá aprender que no se puede hablar de cumplimiento imposible si la que ordena es la justicia. Y que tomar un espacio publico o privado es delito. Y Mauricio Macri, el jefe de gobierno de la ciudad deberá aprender que no se puede dejar abandonado uno de los espacios verdes más grandes de la ciudad sin pagar algún costo. Y que prometió mucho pero hizo poco por el sur. El acuerdo es bueno porque sirvió para pacificar, para poner orden, para hacer respetar las normas de convivencia y para no mirar para otro lado cuando se trata de reclamos justos de los mas vulnerables de la sociedad. Quedó bastante claro: combatir las injusticias y las inequidades es la principal tarea de todo gobierno. Y poner al estado al servicio de la ley es el primer paso.

Macri, Aníbal, Duhalde