En la campaña de Estados Unidos vale todo. Hasta el lanzamiento de la candidatura presidencial de un rapero famoso, Kanye West, impedido de figurar en las boletas de varios distritos y de quebrar la polarización entre Donald Trump y su rival demócrata, Joe Biden. Lo de West responde más a una estrategia promocional que a su vocación política. Pagó 35.000 dólares para inscribirse en Oklahoma, Estado que aporta apenas siete de los 538 votos en el Colegio Electoral, Hizo una inversión, digamos, mientras divulgaba por Twitter un nuevo álbum de canciones. Como las elecciones son indirectas, el voto popular cuenta poco.