¿Qué hizo Cristina para merecer esto? ¿Cómo pudo concretar el milagro de unificar en su contra a tantos sectores tan diversos e incluso antagónicos entre sí? ¿Cometió algún error la presidenta de la Nación para lograr enfrentarse prácticamente con todos los sectores sociales de la Argentina? ¿Quién le aconsejó el camino del aislamiento y el blindaje altanero? Ayer el paro fue potente y masivo aunque el gobierno intente minimizarlo diciendo que solo fue una extorsión patotera reducida a la Capital Federal.
 
En la calle, codo a codo, estuvieron coordinando las medidas de fuerza liderazgos parciales de una impresionante amplitud ideológica que va desde la derecha del peronismo ortodoxo de Luis Barrionuevo hasta la izquierda clasista del Partido Obrero o el la impronta maoísta de la Corriente Clasista y Combativa. Por primera vez en la era kirchnerista hubo un paro nacional decretado por centrales sindicales tan distintas como la CGT y la CTA o la Azul y Blanca. Fueron cabezas visibles dirigentes que hace un año estaban apoyando la reelección de Cristina como Hugo Moyano, otros que aportaron al Peronismo Federal como el Momo Vengas y el sector de la CTA que quiere mantenerse independiente del gobierno y que mira con simpatía al Frente Amplio Progresista de Hermes Binner y Víctor de Gennaro. Parte de la movilización y los cortes estuvieron a cargo de Barrios de Pie, un grupo combativo de inserción territorial que apoyó a Néstor Kirchner y que incluso, integró su gobierno con algunos de sus cuadros.

Hace menos de dos semanas, miles y miles de manifestantes ganaron la calle y provocaron la epopeya del 8N lejos de las convocatorias y los dirigentes tradicionales. Aquellos argentinos, según los voceros oficiales fueron, zombies de clase media o directamente ricachones llevados de las narices por Clarín. Los que expresaron su bronca ayer, eran morochos, laburantes que en su inmensa mayoría votaron por Cristina y, sin emabrgo, para el gobierno se trató de extorsionadores y chantajistas.

Cuando los productores agropecuarios corcovearon por la 125 y generaron protestas multitudinarias y un triunfo parlamentario con el no positivo y electoral con la derrota de Néstor Kirchner en las listas del 2009, eran grupos de tarea de la oligarquía destituyente.
El día que los gendarmes y los prefectos pusieron el grito en el cielo porque los habían humillado con sus sueldos, era poco menos que un levantamiento carapintada contra Cristina.

Cada vez que un sector de la sociedad se expresa colectivamente es descalificado sin escuchar sus demandas. Cada vez que alguien a título individual levanta su queja, es perseguido por la AFIP, la Side y otros instrumentos del estado utilizados para meter miedo. Hasta la propia presidenta desde su atril y rodeada de los aplaudidores de turno, estigmatiza a algún abuelito avaro que quería regalarle 10 dólares a su nieto, a un señor del negocio inmobiliario que denuncia la parálisis de su actividad o a un director de cine que plantea que no puede ir a un festival a representar al país.

Si los periodistas reflejan estas informaciones y además tienen la osadía de opinar sobre lo que pasa y porque pasa, son todos soldados del ejercito del general Magnetto y por lo tanto están traicionando a la patria.

La presidenta dijo que no se imagina a Kosteki y Santillán viajando a Miami y lo hace rodeada de Armando Cavallieri y Oscar Lescano que son millonarios, menemistas y expertos en el turismos internacional.

En algún momento, en algún lugar, alguien de la confianza de Cristina debería plantearle que algo malo está haciendo. Que no es perfecta. Que si prácticamente todos los sectores sociales se animan a protestar pese a que hace un año sacó el 54% de los votos quiere decir que algo está pasando. Que hay un llamado de atención. Una luz roja en el tablero del gobierno a la que hay que prestarle atención. Redoblar la apuesta todo el tiempo cohesiona y abroquela a opositores que nada tiene que ver entre sí. Se puede pelear con un sector durante un tiempo. Pero no se puede pelear contra todos todo el tiempo.
 
Salvo que se considere el dueño absoluto de la verdad. Ignorar a la gente como si no existiera es un mecanismo provocador que multiplica la bronca. Obligar a los ciudadanos a ponerse de rodillas es empujarlos a la rebelión. Shakespeare dijo que los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte y que los valientes prueban la muerte una sola vez. Muchos argentinos ya se dieron cuenta que una persona que grita se escucha mas que millones que callan. Eso es lo que está pasando. Y Cristina lo hizo.