Micah Johnson tenía 25 años de edad y una obsesión: matar policías blancos. Lo confesó en su página de Facebook antes de ser abatido con un explosivo detonado a control remoto. Había liquidado a cinco agentes del orden y herido a otros siete durante una protesta del colectivo Black Lives Matter (Las vidas negras importan) por el asesinato en Minnesota y Lousiana de dos ciudadanos afroamericanos como él a manos de policías blancos. El horror después del horror se desató en el centro de Dallas, Texas, cerca de Dealey Plaza, donde fue asesinado John F. Kennedy por un francotirador como Johnson, soldado en Afganistán.