RIAD, Arabia Saudita.– El tiempo se agota. No por la ansiedad, sino por el frío. Otro obstáculo para la legión de refugiados que logró salir de los países en conflicto de Medio Oriente y África. El inminente invierno boreal será tan implacable como la falta de fondos, que, según el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, “se mantienen a la mitad de lo necesario” y, en el caso de los desplazados internos de Siria, apenas cubren el 37 por ciento de lo requerido. Lo dijo en la cuarta cumbre de los países sudamericanos y árabes (ASPA), donde el canciller de Brasil, Mauro Vieira, anunció que su país recibirá a 2.000 sirios.
Brasil, Argentina y Uruguay disponen de legislación para acoger refugiados. Otros países de la región, como Ecuador, Costa Rica, Chile y Perú, también les han abierto sus puertas. Uruguay resultó ser el pionero en albergar a familias sirias, disconformes con el trato, y prisioneros de Guantánamo. En Argentina se creó en 2014 un programa de visado humanitario para sirios y para palestinos que hayan residido en Siria. Nada alcanza, al parecer. En principio, porque los refugiados prefieren quedarse cerca, en el Líbano, Jordania y Turquía (todos ellos agobiados por la falta de dinero), o probar suerte en Europa a pesar de los peligros que entraña el Mediterráneo y de la hostilidad en algunos países.
Ban agradeció en la cumbre a Brasil y los países de América del Sur porque "han aceptado o prometido garantizar el asilo", pero también pidió “a los otros países que muestren una solidaridad similar, ya que el invierno se acerca". En su penoso derrotero, los refugiados procuran arribar a Alemania y Suecia, cuyos sistemas de asilo son los más generosos, así como las posibilidades de desarrollo. En Arabia Saudita, Maher Al Hadhrawi, director del King Salman Humanitarian Aid & Relief Centre, opuso cifras a las críticas por la falta de solidaridad, compartida con los otros países ricos del Golfo: nos dijo que han recibido a 500.000 sirios y que han destinado 700 millones de dólares para ayuda humanitaria en Siria.
Sólo este año, entre 700.000 y un millón de personas arribaron a Europa a un ritmo frenético de 10.000 por día. Varios, entre ellos niños, perecieron en el camino. Entre refugiados (los que emigran) y desplazados (los que permanecen en sus países), 60 millones de personas han abandonado sus hogares. Es una cifra pavorosa e histórica. No sólo huyen de Siria, sino también de Afganistán, Irak, Gaza, Eritrea, Yemen e incluso Haití, entre otros países. La Comisión Europea estima que serán 1,5 millones en 2016 y tres millones en 2017. En Turquía, con 2,2 millones de refugiados, 400.000 de los 708.000 niños sirios no van al colegio por la escasez de recursos.
Minorías antiguas como los yazidis ya no tienen casa en Irak, así como los cristianos asirios, los nestorianos y los caldeos, acosados por el Estado Islámico (ISIS). En Yemen, donde continúan los combates entre la coalición armada por los sauditas y los huthis, la situación se agrava día tras día. Tampoco alcanza el socorro tendido por Arabia Saudita, según señala Al Hadhrawi. Situaciones similares padecen quienes que abandonan Eritrea, la República Democrática del Congo y Afganistán por los conflictos armados y Gambia y Senegal por la pobreza. Una encuesta de Gallup dice que el 40 por ciento de la población de Nigeria, que ya duplica la de Alemania, se iría a Occidente. Si pudiera.
 
Publicado en Infobae, Buenos Aires El frío, el nuevo peligro que enfrentan los refugiados
 
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