El hechizo de Diego Maradona llegó sólo hasta que Argentina enfrentó a un equipo de verdad. Ya ante México se habían visto las debilidades de la Albiceleste, enmascaradas por un grosero error arbitral y el harakiri azteca, lo de Alemania fue la consecuencia lógica: no se puede ganar un Mundial sin entrenador.

Argentina llegó al partido con una defensa lentísima, una media cancha inexistente y una delantera brillante. Si dos de las tres partes de la ecuación son negativas, el resultado difícilmente será positivo, y así sucedió.

Es cierto que el primer gol alemán, al minuto tres, desbarató cualquier plan, y que la Albiceleste dominó la posesión y el terreno de juego desde el minuto 25 hasta el 65. Pero también hay que decir que, con todos sus geniales atacantes, no logró generar ni una opción clara de gol. Sólo débiles disparos, fácilmente controlados por el segurísimo Manuel Neuer.

Maradona se equivocó en todo. Su planteo inicial fue totalmente equivocado. Otamendi fue superado una y otra vez por los velocísimos jugadores alemanes. La banda derecha argentina fue una avenida y el Diego nunca entendió cómo resolverlo. Los centrales fueron lamentables, perdiendo siempre la espalda y, por el otro lado, Heinze trataba de resolver a patadas lo que no conseguía con fútbol.

El medio campo era una lucha de Mascherano contra el mundo, porque Maxi estuvo perdido y Di María tenía labores solamente de ataque. En la ofensiva Tévez lo intentó, pero le falta técnica para acompañar a su fuerza y voluntad, Higuaín estaba muy aislado, y Messi no podía solo.

Así, Alemania tuvo espacios enormes, durante todo el partido. Tras el gol inicial, Argentina trató de cargar hacia el frente, sin cohesión alguna y tratando de apostar por una jugada individual. Los alemanes cerraron los espacios defendiendo muy arriba y amontonando jugadores frente a los talentosos argentinos, que nunca estuvieron cómodos.

Desde el banquillo no llegaban soluciones. Maradona no es un entrenador. No sabe qué hacer en momentos así. Como no supo seleccionar a sus jugadores. Como no supo manejar a la prensa. Como no supo mantenerse callado cuando las circunstancias le jugaron a favor. Era lógico que Argentina perdiera, y la dureza del resultado despoja cualquier máscara. Zapatero a tus zapatos.

Por Martín del Palacio