La orden que dio Néstor Kirchner a sus empresarios socios, cómplices y amigos fue muy clara: “Compren medios”. Todos lo sabíamos, pero su secretaria más íntima lo confirmó ante la justicia. Miriam Quiroga lo escuchó y lo contó. “Compren medios” podría ser el título de la estrategia histórica que el matrimonio Kirchner desplegó respecto de la comunicación y la información. Desde sus comienzos en Santa Cruz hasta la actualidad, tanto Néstor como Cristina han tenido una obsesión muy fuerte contra el periodismo. Siempre les molestó. Y siempre trataron de domesticarlo, de amordazarlo.

Por eso “compren medios” son dos palabras que demuestran con sinceridad brutal el tipo de democracia autoritaria y con discurso único que siempre pretendieron instalar. ¿Qué significa compren medios? Varias cosas. Primero, el sentido literal. Que los empresarios que se enriquecieron súbitamente gracias a Néstor adquieran radios, canales de televisión, diarios, revistas y sitios de internet. El negocio es clarito.

La transa es así: Yo te doy una fortuna de pauta publicitaria todos los meses y vos con eso vos te convertís en propietario de un medio. Puede ser un diario nuevo como Tiempo o El Argentino que opera para los Kirchner con el dinero de todo el pueblo o se puede comprar una radio o un canal ya funcionando. Los casos de radio del Plata y la Diez son buenos ejemplos. Su línea editorial es manejada por el jefe de gabinete Juan Manuel Abal Medina y el dinero para bancarlas también llega de la Casa Rosada.

Otra manera de comprar, es apropiarse de los medios del estado. Por definición radio Nacional, canal 7 o TELAM deberían ser de todos los argentinos y reflejar la pluralidad de voces de toda la comunidad. Así funciona la cosa en varios países del mundo. Un medio es de un estado democrático cuando apuesta a la búsqueda de la verdad y abre el juego de las opiniones a todo el espectro político. La BBC de Londres es el mejor ejemplo y el más utilizado. Acá los Kirchner transformaron esos medios estatales en voceros partidarios casi solo de una agrupación: La Cámpora.

Allí solo se expresa el cristinismo en forma escandalosa. Dicen y hacen lo que quieren como patrones de estancia que son. Y de paso, incorporan una novedad nunca vista en democracia. Convierten a sus medios en una maquinaria publicitaria gigante pero, también en un pelotón de fusilamiento de todo dirigente o periodista que tenga la audacia de criticar al gobierno de Cristina. Eso es autoritarismo mediático. Hegemonía partidaria. Y los medios presuntamente privados alimentados por el dineroducto de la pauta publicitaria hacen algo parecido. Pero como no entienden ni quieren entender el periodismo cometen la torpeza de hacer un oficialismo chupamedias que le quita las ganas aún a los más fanáticos. Nadie quiere ver ni escuchar ni leer todo el día elogios y lisonjas. Para eso está la publicidad. La comisión interna de la agencia TELAM en un comunicado definió eso como “alcahuetería disfrazada de periodismo” cuando Diana Conti los trató casi como si fueran sus secretarios personales.

El resultado es terrible. Cristina gasta montañas de dinero para que se enriquezcan determinados empresarios pero no cumple el objetivo mínimo de tener algún éxito de audiencia. Ningún producto surgido de la factoría mediática K le dio resultado al gobierno ni logró buena cantidad de oyentes, televidentes o lectores. Le hablan a los convencidos que cada vez son menos. Pero esto es lo que entiende Cristina por periodismo. Lo iguala con un enemigo.
 
Y por eso ataca con todas sus fuerzas. La década ha sido la de menor libertad de prensa desde 1983. Hay libertad, por supuesto, de lo contrario, no podría decir esto que digo. Pero es una libertad vigilada, de bajas calorías y que todo el tiempo persigue al que la ejerce. Castigos de todo tipo: insultos desde los medios adictos y los grupos de tareas de la blogósfera, agresiones callejeras , juicios en plazas públicas, afiches con caras de periodistas a las que se incita a escupir, escraches, aprietes a los dueños de los medios para que censuren o excluyan a tal o cual periodista, presión a los empresarios para que no pongan publicidad en los medios independientes, hostilidad desde la AFIP y los servicios de inteligencia, cero apertura informativa, no hay ni conferencia de prensa.


Estos son solamente algunos de los métodos que utilizan. Por eso en el día del periodista vale la pena reafirmar la lucha por libertad absoluta. Para que nadie nos diga lo que tenemos que decir y para que nadie nos haga callar. El principal insumo del periodista es la libertad. Y por eso hay que defenderla aunque se paguen las consecuencias.

Hay que denunciar siempre a los que roban para la corona. No importa quien tenga puesta esa corona. “Oscar Alende no se vende”, era el lema de un gran político honesto e intransigente. Frente a la orden de Néstor de comprar medios, no es malo copiarle esa bandera a don Oscar: El periodismo no se vende. Ni se alquila. Ni la dignidad ni la libertad tiene precio.