Bochorno tras bochorno, la primera ministra británica, Theresa May, habrá pensado como el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, su contraparte en las intrincadas negociaciones del Brexit en Bruselas: “Me he estado preguntando cómo será el lugar especial reservado en el infierno para aquellos que promovieron el Brexit sin tener un plan para llevarlo a cabo”. A tono con Jean-Paul Sartre, May pudo haberse respondido: “El infierno son los otros”. Los propios y los extraños. Esos otros, entre los cuales no faltan conservadores como ella, estuvieron a punto de aprobar en la Cámara de los Comunes un divorcio conflictivo de la Unión Europea.