Las imágenes de los saqueos son la radiografía de la degradación. Estremece nuestra dignidad como personas comprobar hasta que profundidad se puede caer. Se dinamitan hasta los mínimos lazos de solidaridad. Se quiebran todos los pactos para vivir en sociedad. Para coexistir pacíficamente. Se ve de todo y todo es un alarido desgarrado.

Los más pobres de los pobres, los que no temen a nada porque no tienen nada para perder y a los oportunistas delincuentes que aprovechan para robar. Es humillante ver a familias enteras comportarse como una turba que arrasa con todo. Los carteles publicitarios se transformaron en una cruel ironía marketinera: “Pagá menos, llevá mas”. Es un dolor en el alma de la sociedad que nos habla de miles de injusticias. De la falta de comida, de la falta de vivienda, de la falta de trabajo digno y también de la falta de futuro y de valores. La necesidad tiene cara de hereje para los más necesitados.

Son los que se llevaron arroz, fideos y conservas. Pero la ocasión hace al ladrón y son los que se llevaron televisores de lujo y bicicletas. Utilizo dos refranes populares para tratar de comprender lo incomprensible. Un saqueo es la demostración de la ausencia del estado. Es violencia en estado puro.

Encapuchados capaces de romper todo, de incendiar autos, personas que dejan de ser personas y se transforman en un torrente de irracionalidad. El estado faltó a la cita. No estuvo para prevenir, para contener, para asistir y mucho menos para frenar las consecuencias. Una vez que los saqueos se desatan son muy difíciles de parar. Parecen el fin del mundo de la idiota profecía global. Hay delirantes o fascistas que creen que la solución es poner orden a sangre y fuego. Hay otros delirantes que creen que la solución es mirar para otro lado y no hacer nada. El estado debe proteger a todos y tiene mucho para hacer. Pero se necesita un estado eficiente, con funcionarios responsables, que estén alertas y no distraídos, instalando relatos épicos de cualquier cosa. Un saqueo es un termómetro social. No hay que ayudar a multiplicarlo pero tampoco se puede ocultar.

Nos exige a todos una gran responsabilidad: informar con prudencia. No batir el parche frenéticamente para erosionar al gobierno pero tampoco censurar la realidad para chupar las medias. Es un delicado equilibrio. Y el mensaje debe ser siempre pacificador. Ni echar nafta al fuego ni ocultar las llamas. Es un gigantesco llamado de atención para todas las autoridades. Para que moderen ese exitismo militante que todo el tiempo nos pinta el país como si fuera un paraíso y para que nadie aproveche para fogonear un infierno. La situación se complicó tanto que la presidenta tuvo que romper su promesa y enviar 400 gendarmes al mando de un fanfarrón como rambito y rambón. Ojo con los gendarmes, con los desbordes y el gatillo fácil.

Ojo que muchos gendarmes están más enojados que los saqueadores. Y además, la gendarmería no puede estar en todos lados sofocando el efecto contagio de los saqueos. No puede estar en Bariloche, en Campana, en el Gran Rosario, en Gobernador Gálvez, en Resistencia o Entre Ríos y en tantos lugares al mismo tiempo. Hay cientos de detenidos, muchísimos civiles y policías heridos, alguno de gravedad, dos muertos y todos los funcionarios, sin distinción de ideologías y sin una sola prueba, hablan de intentos de desestabilizar o de operativos conspirativos de los opositores. Uno llego a decir que el panorama era como “la franja de gaza”. Hubo robos a kioscos y pequeños comercios con lo cual la batalla de pobres contra pobres, finalmente, fue una profecía autocumplida. Sergio Berni dijo antes de todo esto que había grupos que estaban buscando un muerto para provocar un escenario parecido al de los asesinatos de Kosteki y Santillán.

Con absoluta irresponsabilidad dijo que “hay un sector que quiere teñir de sangre las fiestas” y acusó a gente identificada con Pablo Micheli y Hugo Moyano. ¿Se acuerda cuando Anibal Fernández responsabilizó a militantes de Pino Solanas del incendio de los trenes? Nunca aportó ni un solo dato a la justicia.

Esperemos que Berni no siga el mismo camino. Moyano se indignó y le contestó a Berni que “es un jetón mas, un impresentable” y aseguró que lo va a querellar por eso y sugirió que los saqueos podrían ser generados por el gobierno de Cristina. La única verdad es la realidad. Una realidad fuera de control. Otra vez el luto y el horror de una sociedad paralizada frente a dos muertos en un 20 de diciembre. Un día de furia. Un día de duelo. Un verdadero saqueo a la condición humana.