Juan Domingo Perón hizo muchas cosas buenas y malas en este país. En Argentina hay un antes y un después de Perón. Marcó a fuego nuestra conciencia histórica. Hizo cosas valiosas y cosas terribles. La que más rescato es la instalación del concepto de justicia social y la incorporación de los trabajadores al mundo de las grandes decisiones.

En el camino de don Hipolito Yrigoyen y Alfredo Palacios, dignificó a la clase obrera. La que más critico es la utilización del estado como unidad básica y la persecución del pensamiento diverso. Hay una frase que es una convocatoria a la cacería de quienes no comulgaban con sus ideas.
 
Es uno de sus peores legados y dice así:” A los amigos, todo; a los enemigos, ni justicia”. Es la contracara del concepto republicano de que la ley debe ser pareja para todos. Y que todos debemos ser iguales y esclavos ante la ley. Esa idea totalitaria ha resurgido en los últimos tiempos. El matrimonio Kirchner desde sus orígenes políticos intenta controlar todo sin que nadie los controle a ellos. En Santa Cruz dinamitaron el periodismo independiente y los organismos de control y le pusieron a la justicia la camiseta partidaria. Le doy solo dos datos, pero hay muchos más. Echaron al procurador Eduardo Sosa y luego no acataron la orden de la Corte Suprema de reponerlo en el cargo. Para que no haya dudas de hasta donde son capaces de llegar, directamente eliminaron el cargo. Otra: le doy el nombre de quien fuera presidente de la Corte Suprema de la provincia de Santa Cruz. Carlos Zannini, no se si lo ubica.

En el país, sin prisa pero sin pausa, han hecho lo mismo que en Santa Cruz. Ataques sistemáticos a los medios y los periodistas que no se arrodillan ante sus deseos, cooptación o neutralización de los organismos encargados de vigilar la transparencia del poder y un fuerte avance sobre la independencia de la justicia. La señal que dieron al descabezar a Esteban Righi y Daniel Rafecas, es muy clara. Eran hombres designados por voluntad de Néstor Kirchner que acompañaban ideológicamente a Cristina. Pero no fueron lo suficientemente dóciles a los deseos de la Casa Rosada. No tuvieron la suficiente obediencia debida. No respetaron eso de “a los amigos todo”. Para su pensamiento blindado, Righi debería haber frenado la investigación del fiscal contra Amado Boudou aún a riesgo de ensuciar su prestigio y Rafecas debería haber cajoneado mas tiempo todo poniéndole muchas mas trabas al fiscal Carlos Rívolo.

La actuación de Norberto Oyarbide en varias causas como la que cerró a la velocidad del sonido por el enriquecimiento ilícito de Néstor y Cristina y el manejo de los tiempos en el tema de la corrupción vinculada a los hermanos Schoklender muestran el tipo de juez que es bienvenido en el mundo K. Por eso lo han salvado tanto en el Consejo de la Magistratura pese a que es el juez que mas denuncias tiene. Todo esto ha sembrado una falta de credibilidad en la justicia que va a costar mucho tiempo recomponer. Muchos de los jueces y fiscales honestos y capaces que eligieron un perfil bajo porque no quieren que les pase lo mismo que a Righi o a Rafecas.

El miedo no es zonzo. Esto es muy grave desde el punto de vista de la salud republicana de las instituciones. Pero en los últimos tiempos está ocurriendo algo más escandaloso todavía. La justicia no se usa solamente para darle “todo” a los amigos. Cada vez hay más casos en donde a los enemigos, sobre todo a opositores políticos, sindicalistas y empresarios, no se les da ni justicia. Se lo digo más claramente: La justicia cae a pique en su credibilidad pero ahora, no solamente se usa para proteger y darle impunidad a los oficialistas, sino que se utiliza para castigar y perseguir a los opositores o a los que no son suficientemente oficialistas. Es la puesta en marcha de aquel viejo concepto que tanto daño produjo en la Argentina, que tantas divisiones creó en la sociedad. La justicia es un pilar de la democracia. Si se utiliza como un arma de castigo se abre un abismo. Se transforma en cierto aquel lugar común tan sabio que dice: cuando la política entra por la puerta de los tribunales, la justicia se escapa por la ventana.

La frase de Charles Dickens debería superar a la de Perón: la caridad empieza por casa. La justicia, por la del vecino.