Miguel Angel Pichetto tiene 73 años, fue senador y es auditor general de la nación, representa la pata peronista de Juntos y fue candidato a vicepresidente de Mauricio Macri en su intento reeleccionista fallido en 2019.

El viernes, dejó una frase que, claro, entendemos fallida, pero a su vez lo que hace, es esclarecernos sobre el escaso reconocimiento de la realidad, defectos de percepción que tienen ciertas personas.

El Ministerio de la Mujer “está en manos de una chica que es lesbiana…podrían haber puesto a una mujer” dijo en síntesis, sobre la funcionaria a cargo, Ayelén Mazzina. No es que Pichetto desconozca que una mujer con dicha preferencia sexual sigue siendo una mujer, sino que lo que no entiende con claridad, es como se integra la sociedad hoy y como desarrolla su proceso identitario.

La velocidad con que se desarrollan los cambios llevan a la convivencia de capas sociales de lo mas diversas, gentes que han vivido experiencias personales también muy diferentes. Y la extensión del tiempo de vida de las personas, con una calidad de subsistencia admirable, hace que esa convivencia de experiencias diferentes sea incluso mayor.

Tal fenómeno se observa no solamente en la apreciación de los fenómenos sociales como el desarrollo de las nuevas sexualidades, sino también en el acceso y la comprensión de las nuevas tecnologías, en síntesis, en todos los aspectos en los que el mundo cambia cada día.

Es una carecterística de estos tiempos: no tienen un perfil definido y claro. Si bien siempre hubo personas que vieran de la realidad en forma distinta a otras, en el siglo XX, incluso habiendo diferentes pensamientos políticos, en materia de lectura de la sociedad y apreciación de la realidad cotidiana, la cosa estaba mas o menos clara y uniforme para todos. Había un zeitgeist, un espíritu de los tiempos.

Hasta dicho siglo XX, los hombres estaban en pareja con mujeres, los vehículos se encendían con una llave, y piropear damas en las veredas era casi un gesto de amabilidad si el señor no se pasaba de la raya. Todos aquellos que convivieron en dicho siglo, mas o menos conocían y aceptaban dischas costumbres, y todo lo que ocurría diferente a ello, se ocultaba en la mas profunda intimidad. Los cambios tecnológicos ocurrían pero lentamente, de modo que todos podíamos aprender en que consistía un fax.

Hoy y pasando a la política, tenemos que elegir para que nos representen, entre personas que no temrinan de tener claro que una mujer lesbiana es tan mujer como cualquier otra, por lo que es evidente que ni siquiera pueden analizar la adquisición de derechos de una trans y en que consisten, y tampoco de que trata una IA; y otras personas que aprecian la composición del mundo actual en su real dimensión. Y en medio, un montón de capas sociales, que entienden a medias lo que ocurre, que hacen un esfuerzo denodado para subirse a los cambios, pero cuyo reloj de almacenamiento tiene el ritmo de los ‘70/’80 y padecen el mal de llegar a tiempo a muchas cosas y a destiempo a muchas otras.

El problema es que, quienes comprenden cabalmante la realidad son extremadamente jóvenes y su acceso a lugares de toma de decisiones es mas complicado, y a la vez, si lo tuviesen, el resto de la sociedad, la que tiene por ejemplo mas de 40 años, no se vería representada por esas percepciones y sus consecuentes políticas.

Por eso el sistema también defecciona, porque nadie representa a nadie. La estructura mental de cada persona, compuesta por sus experiencias y su esfuerzo de adaptación a los cambios, es individualísima y diferente en cada caso. No hay grupos masivos de personas que entiendan la realidad toda por igual o en forma muy similar como ocurrió hasta el siglo pasado.

El político que piensa como yo en materia de lectura de la adquisición de nuevos derechos por parte de las minorías que a esta altura ya no lo son tanto, esta seguramente mas o menos evolucionado que yo en relación a las necesidades educativas de una sociedad que atraviesa los tiempos a la velocidad de la luz en materia de tecnología. Y viceversa.

Lo que dijo Pichetto, solo como ejemplo, es una barbaridad, para mí y para muchos otros, refleja una falta de lectura de la sociedad dramática, pero también es lo que muchos piensan, aunque no tengan canales de TV para expresarlo. Forma parte de esa convivencia de pensamientos múltiples en una era en que el espíritu de los tiempos, es la carencia de un espíritu de los tiempos.