En la esquina de la plaza Churruca, frente a la Escuela 36, se instaló un basural que desborda de residuos de todo tipo. Esto generó polémica entre los vecinos ya que la municipalidad, en vez de erradicar el microbasural, colocó una batea abierta para habilitar el vuelco de desperdicios a cielo abierto, lo cual no sigue las leyes que establece  la legislación ambiental.

Cuando hablamos de educación, el ejemplo lo es todo y nada influye tanto en el aprendizaje y el desarrollo de un niño como los modelos y las referencias que tiene a su alrededor. Sin embargo, las autoridades municipales parecerían haberse olvidado de dar el ejemplo.

En un informe de la Coordinación Ejecutiva de Derechos Urbanos, Ambiente y Espacio Público titulado "Basura Cero: Combustión, Inclusión y Cuidado Ambiental" de la Defensoría del Pueblo, aseguraron que en la ciudad "cualquier contenedor de residuos domiciliarios es sospechoso de ser un depósito de residuos peligrosos".

Más precisamente, dijeron que "allí conviven restos de medicamentos, escombros, pilas usadas, plásticos con retardantes de fuego, residuos electrónicos, papeles y cartones, metales no ferrosos, vidrios, restos de poda y jardín". Si bien, los residuos domiciliarios son una responsabilidad de todos los integrantes de la sociedad, sin la intervención adecuada del Estado no sería anormal las calles de la ciudad en un basural.

Habilitar el vuelco de desperdicios frente a la Escuela 36, en la esquina de la plaza Churruca, más allá de ser ilegal, es lisa y llanamente una aberración que demuestra el fracaso de las autoridades a la hora de educar y hacer cumplir las normas ambientales. Un ataque al proceso educativo de los niños, y a la seguridad barrial.

El objetivo de todos, ahora, debe ser convertir ese espacio en lugar agradable y amigable para la socialización. Transformando el entorno urbano para convertir ese no-lugar en un espacio vivo y atractivo.