Israel la joven democracia, la Start Up Nation, donde se cultiva tomates en el desierto y la que culminó con el problema del agua dulce, nunca deja de asombrarnos. Las elecciones para conformar el vigésimo cuarto parlamento (Kneset) nos pone frente a un gobierno único en la historia de esta Nación.

Cuando estaba a punto de vencer el mandato que se le entrego al líder de la oposición, Yair Lapid anunció la conformación de un acuerdo para crear un Ejecutivo que desbancaría del poder al actual del Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, tras 12 años.

La coalición propuesta está conformada por 8 partidos que abarca casi todos los clivajes y el arco político de Israel, según se detalla: Hay Esperanza (Iesh Atid) partido de centro; Resiliencia Israel (Hosei L’Israel) partido de centro derecha; La nueva derecha (Yamina) de Bennet ; Israel nuesto hogar (Israel Beiteinu) partido de derecha de Lieberman; nueva esperanza partido de centro derecha de Saar, el laborismo partido de centro izquierda; el meretz izquierda y la lista árabe unida de Abbas.

Esta heterogénea alianza junta unos 62 escaños, recordemos que para conformar gobierno se debe contar con al menos 61 escaños de 120 y el umbral electoral para la elección es del 3,25%.

Sin embargo Lapid no será quien sea inmediatamente Primer Ministro; sino el ultranacionalista conservador Naftali Bennett, quien decidió aportar sus decisivos votos al pacto el pasado domingo a cambio de ocupar el puesto de primer ministro al comienzo de la legislatura.

Lapid se ha sacrificado a pesar de liderar la segunda formación política que fue más votada, tras el Likud de Netanyahu, en las urnas en marzo. Su papel ha sido determinante para conseguir que la oposición forjara una alianza después de fracasar en el intento en las tres elecciones anteriores con resultados no concluyentes. Ahora se tendrá que limitar a ejercer como ministro de Exteriores hasta mediados de 2023, cuando rotará con Bennett en sus respectivos puestos.

Esta elección histórica nos deja algunas sorpresas, mucha ansiedad para ver cómo termina un experimento que une en un mismo recipiente agua y aceite, nos interpela a realizar algunos análisis interesantes y propuestas para el futuro (inmediato o mediato).

Los principales interrogante son ¿Podrá finalmente asumir la coalición o naufragara antes de la consagración?; ¿Podrá cohabitar fuerzas de derecha dura como la de Bennett, Liberman y Saar con la izquierda de Meretz y la representación árabe?. Nadie conformo ¿una verdadera coalición de gobierno? o ¿solo es conglomerado de partidos para permitir su perdurabilidad sin tener alguna intencionalidad de prevalecer los intereses de su sector?

Por otro lado, el líder del partido árabe Maan, Mansur Abbas, cuyos votos eran imprescindibles para sumar la mayoría absoluta de más de 61 diputados, brega por una etapa de reivindicaciones desde el poder en favor de la comunidad árabe (21% de la población de Israel).

Por último y en un contexto de conflictos internos, dentro de la coalición, quienes esperan en el banco de los suplentes: el Likud de Bibi Netanyahu y los partidos religiosos miraran pasivamente, lo que pueda ser un golpe de KO al Status Quo israelí.

Esta heterogenia coalición, deja de lado a los partidos tradicionales religiosos; lo cual podría plantear el final al entendimiento político entre partidos políticos seculares y religiosos para no alterar el arreglo comunal respecto a los asuntos religiosos establecido desde la concepción del Estado de Israel. (Status Quo) Las comunidades religiosas judías establecidas en Israel desean mantener y promover el carácter religioso del estado, mientras que la comunidad secular desean reducir el impacto de las regulaciones religiosas en su vida cotidiana.

¿Será el momento de otro pacto más de carácter secular? La opinión pública de Israel aventura que el papel de la religión judía en el Estado será una cuestión que quedará excluida del programa del futuro Gobierno.

Mario Alejandro Katzenell

Licenciado en Ciencia Política. Especialista en innovación