Pasaron seis meses, medio año, sin Diego. Con el alma anestesiada y la resignación como emblema de un país que de tantos padeceres, ya agacha la cabeza y no siente. Nos han pasado muchas cosas, muchas desilusiones, muchos dolores, mucho castigo, mucha impunidad, el cóctel ideal para un pueblo acostumbrado a los golpes.