Nació en una población correntina llamada Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú, el 25 de febrero de 1778.
Fue el quinto hijo del matrimonio formado por los españoles Juan y Gregoria. Sus hermanos mayores eran María Elena, Manuel Tadeo, Juan Fermín y Justo Rufino.

Cuatro años antes de su nacimiento su padre había sido nombrado teniente gobernador de la ciudad y ya en 1781 la familia se trasladó a Buenos Aires, a instalarse en una casa ubicada en la actual calle Piedras, entre Moreno y Belgrano.

Dos años después decidieron irse a vivir a España. 
Cuando la fragata Santa Balbina llegó al viejo mundo, comenzó una nueva vida para ese niño que tenía 6 años y se llamaba José Francisco de San Martín.

El destino fue Málaga. Allí estudió en la escuela de las Temporalidades y luego, igual que sus hermanos, siguió la carrera militar.

Desde muy temprano mostró su valor y su dotación estratégica. Peleó al lado de los españoles en Melilla y Orán. Más tarde, contra el buque inglés “León” en un arriesgado combate naval y en Olivenza contra Portugal. 
Durante la lucha contra Napoleón, su regimiento se incorporó al ejército de Andalucía. Se distinguió en Arjonilla y en Bailén donde las tropas Napoleónicas fueron derrotadas.
San Martín fue ascendido a teniente coronel.

En enero de 1812 se embarcó en la fragata George Canning y llegó a Buenos Aires junto a Carlos de Alvear y otros patriotas el 9 de marzo. 
Pronto fundaron la Logia de los Caballeros Racionales, a la que San Martín rebautizó con el nombre de un cacique araucano que en el siglo 16 había luchado por la independencia del continente de los lasos españoles. Todo un indicio. Se llamó la Logia Lautaro.

En marzo conoció a Remedios de Escalada, una joven de 14 años, que meses después fue su esposa. Cuando se casaron, él tenía 34 años y ella 15.

En ese mismo año 12, San Martín creó el Regimiento de Granaderos a Caballo. El 3 de febrero de 1813, en San Lorenzo, derrotó a los realistas en lo que significó su bautismo de fuego.

La batalla de San Lorenzo

El coronel San Martín lideró a 125 granaderos y 50 milicianos que combatieron contra 250 hombres de la defensa española.
En un momento de la batalla, una bala hirió al caballo de San Martín que cayó sobre una de sus piernas y lo dejó inmovilizado. Un enemigo estaba por clavarle una bayoneta cuando se interpuso Juan Bautista Baigorria, mientras Juan Bautista Cabral ayudaba a San Martín quitándole el caballo de encima. Cabral murió en ese acto heroico, al igual que el teniente Manuel Díaz Vélez.

En 1814, San Martín fue nombrado Gobernador de Cuyo y dos años después se declaró la Independencia Argentina, lo que lo inspiró para extender ese sentimiento por todo el continente.

Cruce de Los Andes

En 1815 y 1816 San Martín se encargó de organizar el Ejército de Los Andes, una vez aprobada su campaña para liberar a Chile. Y su bunker lo estableció en Plumerillo, Mendoza.
La mayor parte del ejército atravesó Los Andes por el paso del Pato, en San Juan, y el de Uspallata, en Mendoza. Eran considerados extremadamente difíciles de cruzar.

El 5 de enero de 1817 se inició la aventura histórica con 3.800 soldados, 1200 milicianos, 21 piezas de artillería, 1.600 caballos, 10.000 mulas, 22 cañones, 1129 sables, 5.000 fusiles de bayoneta.
Para alimentarse llevaban esencialmente un plato llamado Valdiviano: carne seca machacada, grasa, cebolla cruda y agua hirviendo.
Llevaron 4 toneladas de Valdiviano. Y vino, aguardiente, ron.

San Martín sufría de úlceras por lo que hizo algunos tramos del cruce en camilla.
El periplo duró 21 días, llegando a estar a 4000 metros de altura sobre el nivel del mar.
Además de San Martín, el otro comandante era Bernardo O’Higgins.

El 12 de febrero, los realistas esperaron al ejército de San Martín junto al cerro Chacabuco, pero fueron arrollados. Hubo más de 500 muertos en la llamada Batalla de Chacabuco.
En la noche del 19 de marzo, los realistas sorprendieron al ejército de los Andes en Cancharrayada. Repuestos de la derrota (la única sufrida por San Martín), el 5 de abril se libró una batalla decisiva que aseguró la independencia de Chile: la batalla de Maipú.

El 20 de agosto de 1820, el General partió desde Valparaíso con 4.000 hombres. Desembarcó en Pisco y realizó una guerra de desgaste para vencer a los 20.000 efectivos que defendían Lima. 
El 28 de julio de 1821 declaró la independencia de Perú y asumió el gobierno con el título de Protector del país. Abolió la esclavitud, estableció la libertad de imprenta e impulsó la instrucción pública.

El 26 de julio de 1822, en la ciudad de Guayaquil, se realizó un encuentro de dos potencias: San Martín y Simón Bolívar, los libertadores del continente.
La reunión fue a solas y sin testigos. Más allá de que se conocen los temas que se tocaron (independencia del Perú, fin de la guerra contra los realistas, futuro de la nueva América) hay diferentes versiones y cartas que envuelven al hecho en un manto misterioso.

Lo concreto fue que el General San Martín ya estaba un poco cansado de algunas situaciones e ingratitudes y comenzaba lentamente su retirada.
Renunció a todos sus cargos, viajó a Chile y estuvo unos meses en Mendoza, se fue a Buenos Aires y tras la muerte de su esposa Remedios de Escalada, partió a Europa.
En 1816 había nacido su hija Merceditas y con ella primero estuvo en Francia, donde fue investigado, y luego cruzó a Inglaterra, para radicarse finalmente en Bruselas, Bélgica.

En 1829, con pasaporte a nombre de José Matorras, volvió a Buenos Aires para entregar sus servicios en la guerra contra Brasil, pero ni siquiera desembarcó porque la ciudad estaba en conmoción.

Dejó Bruselas y se fue a vivir a Grand Bourg, cerca de París. 
En 1832 él y su hija Merceditas fueron víctimas de la ola de cólera que arrasó Francia. Los atendió un médico argentino llamado Mariano Balcarce, que poco tiempo después se casó con Merceditas.
En 1848 se mudó a Boulogne Sur Mer, donde murió el 17 de agosto de 1850.
Tenía 72 años.
     
El escritor Daniel Balmaceda, en su libro “Historias inesperadas de la historia argentina” se refiere a las 7 vidas del General San Martín, las veces que estuvo a punto de morir antes de su muerte efectiva.
A los 22 años, fue atacado por cuatro forajidos que lo dejaron agonizando en el camino de Valladolid a Salamanca.
A los 30, pudo ser ejecutado. En Cádiz, lo acusaron junto a otros oficiales españoles de apoyar a Francia. Logró escapar.
Un mes después, en Arjonilla, se cayó del caballo y fue rescatado justo a tiempo de las bayonetas enemigas.
En febrero de 1813, Juan Bautista Cabral salvó su vida sacándolo de debajo de un caballo.
A los 48 años, sufrió el vuelco de su galera en Inglaterra y lo salvaron de milagro de abajo del carruaje.
Y en 1845, en Roma, entró en una crisis epiléptica y algunos lo dieron por muerto cuando se olvidaron de darle sus medicinas.

El General San Martín dejó un legado inigualable.
Que bien podría ser abarcado por sus palabras: “Lo importante es ser libres, lo demás no importa nada”.

José Francisco de San Martín, el padre de la patria, era un hombre instruido. Gran lector, siempre llevaba consigo su biblioteca personal. Durante el cruce de Los Andes aprovechaba los tiempos muertos para leerle los clásicos a los analfabetos.
Fue un gran jugador de ajedrez, tocaba muy bien la guitarra y le gustaba construir muebles.

Un ser indudablemente elevado que entregó su sangre para la patria y su vida para la libertad.
Una de las pocas cosas indiscutiblemente justas que tiene este país, es que el nombre del Libertador esté presente en cada ciudad en forma de modesta plaza, incipiente club, esplendorosa avenida o silenciosa biblioteca.
Bien presente.