“Lugares oscuros” (Editorial Shaye Areheart Books, 2009) presenta a la protagonista Libby Day: una mujer que, marcada por la masacre de su familia, intenta sobrevivir mediante la comercialización de esa tragedia. Ya de por sí, la propuesta desprende un encanto macabro y prometedor, que guarda cuestionamientos sobre la memoria y la ilusión de la familiaridad.

La autora nos sitúa en Kinnakee, Kansas, una ciudad rural ficticia donde viven granjeros con sus campos de trigo y familias humildes que sobreviven de su siembra. Allí se conoce a los Day, con la madre Patty, el hijo mayor Ben y las hijas Michelle, Debby y Libby.

Una madrugada de 1985, el joven de 15 años mata a toda su familia, excepto a Libby, quien, con siete años, se escapa, testifica contra su hermano para que quede preso, escribe un libro sobre lo sucedido y vive de las donaciones de seguidores anónimos que le tienen pena por lo ocurrido.

Sobrevive de esa forma por 24 años hasta que el dinero escasea. Entonces conoce a Lyle Wirth, un joven fanático de los misterios que la invita a un club de investigadores aficionados, quienes creen en la inocencia de Ben. De esos encuentros se descubren secretos, como la venta de drogas, ritos satánicos y violencia escondida. Sobre todo, Libby empieza a poner en cuestión los hechos de esa madrugada.

Así, la pregunta se instala: ¿Quién mató a los Day? Y a medida que desentierran pistas, también despiertan recuerdos reprimidos en la mente de Libby. En esa búsqueda de la verdad se introduce la temática de los recuerdos, y la fiabilidad de estos.

De la autenticidad de lo vivido y las escenas fabricadas por los rumores y la imaginación. De cómo la memoria se tiñe por nuestro foco, lo que nos decimos y dicen otros, los temores y los deseos. Lo destacable es la manera en la que la autora ayuda a salir de ese enredo con la narración.

La historia la cuenta Libby en primera persona, pero a su voz se suma la de Ben y la de Patty, quienes relatan los eventos ocurridos desde el 2 de enero de 1985 hasta el día del crimen. La multitud de puntos de vista intercalados con saltos del pasado al presente asiste no solo a llenar huecos y revelar subtramas de personajes como el padre Runner Day, la tía Dianne, la niña Krissi Cates o la novia de Ben llamada Diondra Wertzner, sino que regala un ritmo fluido a la obra.

Es esta estructura de la novela lo que permite conocer en profundidad a los personajes y exponer sus claroscuros, que es otro de los atractivos de la historia. Está la protagonista que, por ejemplo, es manipuladora, antisocial, egoísta, cleptómana y débil; y su hermano, que es extraño, maleable y con una violencia latente. Son personajes antipáticos, con sentimientos retorcidos reflejados en el manejo del lenguaje, que es crudo, cortante y que va al punto.

Cualquiera pensaría que personalidades con tantas fallas alejaría a los lectores, pero es la honestidad de cómo son y el crecimiento que hacen para defender lo que les importa lo que consolida un arco cautivador. Se trata de un desarrollo interno y también externo entre ellos. Los lazos familiares se perturban entre mentiras y secretos, lo cual pone en duda la idea de la familiaridad y expone, como dice el título, lugares oscuros.