BBC. Los han llamado locos, fanáticos, especuladores. Milicias digitales, también. A ellos no les importa. "Es que nos da igual lo que piensen", me dice un bitcoiner. "Hagan lo que hagan, no podrán detenernos". Ni convencerlos de que están obnubilados por una burbuja que puede estallar en su cara en cualquier momento.

En Wynwood, el barrio más hip de Miami, los fervientes defensores de la más grande de las criptomonedas se han congregado para rendirle culto a la divisa y hacer negocios al margen de las advertencias de gobiernos y bancos centrales.

Para ellos el dólar aún no ha muerto, pero está agonizando, y Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, no es más que el poderoso ícono de un sistema que en los próximos años será estudiado en los libros de historia.

Ese era el ambiente el 4 y 5 de junio en Bitcoin 2021, la mayor conferencia del mundo sobre el tema y donde se reunieron los discípulos de Satoshi Nakamoto, el misterioso creador/a/es de una divisa que genera devoción entre sus seguidores. Asistente a la conferencia Bitcoin 2021. 

Anarcocapitalistas, libertarios, tecno-disruptores, hackers, emprendedores, inversionistas, especuladores. Todos reunidos en el mismo lugar. Hacía calor. Eran las 9 de la mañana del viernes 4 de junio y la fila para entrar al evento se extendía por varias cuadras.

Si fuéramos parte de un zoológico, habría allí especies exóticas de todo tipo, desde las que llevaban tatuajes, hasta ballenas (como se les llama a los que tienen muchos bitcoin), pasando por tiburones de Wall Street mimetizados entre en el resto de los animales.

Todos con la idea de que serán más ricos de lo que son ahora. Porque si hay algo que allí no faltaba, era el dinero. Los que compraron en 2011 pagaron US$1 por 1 bitcoin. Hoy la divisa vale decenas de miles de dólares, pero el precio es extremadamente volátil.

Como aún los países no se han puesto de acuerdo para regular este mercado emergente y además se han demorado en desarrollar proyectos digitales propios para competir con la divisa (salvo China que se adelantó a todos los demás), el bitcoin continúa creciendo cada día que pasa.

Es como si el mundo siguiera su curso normal, y los bitcoiners vivieran en un universo paralelo, donde el precio de la criptomoneda se mueve como una montaña rusa, sin dolor de estómago.

Sí, es cierto, la volatilidad de la criptomoneda llega a ser ridícula. Tal como pasó en abril cuando alcanzó un máximo histórico superior a los US$64.000 y en un mes cayó a la mitad. Así de brutal es la fluctuación de su precio. Y cuando eso ocurre, los más convencidos no venden ni un solo bitcoin, con la certeza de que a largo plazo será la mejor inversión de su vida.

Especialmente aquellos que pagaron US$755 por un bitcoin en 2017, o los que pagaron US$1 por un bitcoin en 2011. Y para levantar el espíritu, hay todo un slang creado en torno a las criptomonedas. Por ejemplo: BTD: Buy the Deep (comprar más cuando el precio cae). HODL: en realidad es la palabra hold (aguantar), pero mal deletreada intencionalmente.

También se refiere a la idea de "resistir, de aguantar la caída del precio". FUD: Las iniciales de fear, uncertainty and doubt, utilizado por los criptocreyentes para referirse a lo que consideran como campañas de desinformación o las críticas. Mooning: un verbo que se utiliza cuando el precio del bitcoin está subiendo (va camino a la Luna, de ahí mooning, de Moon, Luna en inglés).

"Mooning" es el término que usan los seguidores del bitcoin cuando el precio de la divisa está subiendo (va camino a la luna). Y así la criptojerga sigue extendiéndose con un montón de otros conceptos y acrónimos como NFT, DeFi, hash o halving, que podrían dar pie para escribir un pequeño diccionario.

Uno de los personajes más extravagantes del evento, Max Keiser, que subió al escenario a conversar con el multimillonario Michael Saylor, encendió a las masas al gritar "We are not selling!" ("No vamos a vender").

Seguido de "Fuck Elon", refiriéndose al fundador de Tesla (Elon Musk) que primero anunció que aceptaría el bitcoin como medio de pago y luego se retractó por el "daño ambiental" que provoca el gigantesco consumo energético requerido para que las computadoras resuelvan los acertijos matemáticos que permiten generar ("minar", en la jerga) nuevos bitcoin. 

Keiser animó al público gritando "No vamos a vender". La exaltación del público era tal, que daba la impresión de estar en un mitin político justo antes de la elección, o en un recital cuando aparece el artista en el escenario, o quizás en una reunión religiosa.

Como si existiera una pasión por el código creado por Nakamoto en 2009, un sistema que los bitcoiners consideran la mayor revolución después de internet, tan grande, que reemplazará el actual sistema monetario creado en 1971 bajo el gobierno estadounidense de Richard Nixon. Quién es quién en la guerra de las criptomonedas (y cómo te puede afectar) De ahí que muchos los vean como una especie de culto y que los tilden de locos.

Otros, simplemente han invertido una parte de un portafolio diversificado a la espera de un buen momento para vender. Nada más. Están en la fiesta solo para conseguir la mayor cantidad de dinero posible, de la misma manera que si estuvieran jugando en un casino de Las Vegas.