Hay amenazas o advertencias que surten efecto y suelen utilizarse como un modo de presión. Sin embargo, cuando lejos de sentirse presionados, los destinatarios del aviso, los afectados tangencialmente y los meros transeúntes celebran y descorchan bebidas espirituosas, la advertencia no parece surtir el efecto deseado.

Algo así le sucede a Pablo Moyano, quien está cerca de presentar su renuncia a la Confederación General del Trabajo (CGT), lo cual, lejos de causar conmoción política, no parece preocupar demasiado a nadie. El dirigente de Camioneros se reunirá esta tarde con sus hombres más cercanos del Frente Sindical por el Modelo Nacional (Fresimona), para tomar una decisión definitiva.

El enojo del hijo de Hugo se despertó luego de que Héctor Daer y Carlos Acuña, las otras dos cabezas de la CGT, cenaran el lunes a la noche con Alberto Fernández en la Quinta de Olivos sin incluirlo. 

Más allá de eso, existen con el líder de la Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad de Argentina (FATSA) el secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados de Estaciones de Servicio (SOESGyPE) diferencias ideológicas. Moyano ha esbozado intentos de movilización en causas de interés pleno del kirchnerismo, que el resto de la CGT no acompañó,

Pablo Moyano ya no cuenta con el apoyo pleno su padre, luego de internas vinculadas a la conducción de Independiente. Además, Hugo Moyano, tiene mucho mejor vínculo con todos los sectores del Gobierno y eso incluye al Presidente y a Sergio Massa. La renuncia de su hijo no le traería conflictos sino soluciones: dado que los cargos en la CGT no son personales, sino del sindicato, podría designar a otro dirigente que se ajuste más a sus necesidades.