Marcela Losardo era, cuando Alberto Fernández ganó las elecciones en 2019, la candidata cantada a ser Ministra de Justicia. Camina al lado del presidente desde tiempos inmemoriales, compañera de facultad y socia en su estudio jurídico, trnasitaron la política toda la vida juntos. De hecho, cuando Fernández fue Jefe de Gabinete, los cuatro años de la presidencia de Néstor Kirchner y los primeros dos de Cristina, Losardo ocupó diversos cargos, y llegó a ser la representante del Ejecutivo en el estratégico Consejo de la Magistratura de la Nación.

La caída de Losardo muestra hoy, el grado de fortaleza presidencial: tuvo que dejar caer a su amiga mas cercana, su socia y compañera de 40 años, porque tenía una visión de la reforma judicial, muy moderada respecto a las necesidades del kirchnerismo de “paladar negro”.

El último conflicto se produjo con el ultracristinista Oscar Parrilli. El senador, aprovechó los anuncios del presidente en la Asamblea Legislativa del lunes 1 de marzo, e inmediatamente anunció la creación de una comisión bicameral que analizaría las decisiones judiciales y hasta podría sancionar a los magistrados, lo cual generó una multiplicidad de rechazos y acusaciones de inconstitucionalidad.

La propia Losardo, en una entrevista en el medio El Destape, aclaró que las funciones que había atribuido Parrilli a la supercomisión juzgadora de jueces, no eran viables desde el punto de vista constitucional, y que dicha comisión podía tener solamente funciones formales.

La ahora ex ministra, no salió a aclarar la situación por su cuenta. Lo habló con el presidente. Es que Alberto esperaba que, con su fuerte impronta oratoria en la Asamblea Legislativa, al kirchnerismo duro la bastase, pero el plan era otro y lo superó: Parrilli actuó inmediatamente tras sus palabras y Losardo, por pedido del presidente o con el aval de este (sutil diferencia), salió a cruzar al senador cristinista, con suavidad, pero marcó la diferencia de criterio.

En definitiva, Losardo defendió a su amigo presidente. Si antes de ello estaba mal vista por el kirchnerismo, luego de tal aparición la situación se volvió insostenible, y a los pocos días, decidió volver a la tranquilidad de su estudio jurídico.

Fernández tiene un enorme problema ahora. El mismo que se le produce cada vez que un funcionario bien propio abandona el cargo: no hay un albertista a quien poner, y la puja por el reemplazo se produce entre kirchneristas y massistas. Si se recuesta por el ahora diputado nacional Martín Soria u otro candidato de Cristina Kirchner, se verá envuelto en una batalla con el Poder Judicial que ya no será retórica, será a muerte. Si no lo hace, y designa a un massista, la presión interna del kirchnerismo puede alcanzar niveles complejos, y la batalla electoral que está a la vuelta de la esquina, puede costarle muy cara.

En definitiva, estas cuestiones responden a la construcción de la coalición gobernante: el sector que responde al presidente Fernández, es el de menor peso político y electoral.