El modo en que una persona pretende construir su personaje público, seguramente dependerá de una combinación entre aquel rol en que se sienta más cómodo, el que crea que le ha brindado mejores resultados en un juego inicial de prueba y error, y la lectura que se haga respecto al requerimiento del contexto.

La selección de la desmesura como estrategia es una más, ni mejor ni peor. En política, todos los espacios requieren un desaforado, ese personaje capaz de decir lo que los demás no, y si el personaje encuentra por ese camino una vía para crecer dentro de un espacio, es legítimo que lo intente.

Ahora bien, el desaforado juega el rol de lo que, en los estudios sobre estrategia, suele llamarse "el actor irracional". Esa posición, en la mayoría de los sujetos es un recurso extremo, una apuesta a todo o nada en un momento determinado, un modo de tensar la cuerda en un escenario puntual para obtener un resultado concreto frente a una situación límite, no una constante. John F. Kennedy tensó la cuerda en la crisis de los misiles, se mostró dispuesto e ir a la guerra con la URSS, no era un loquito, jugó al loquito en un momento determinado para lograr un objetivo.

Pero cuando todo el personaje se construye alrededor de la desmesura constante, los riesgos son grandes y los límites difusos. En determinadas actividades tal vez haya mas permisos. José Luis Chilavert fue un gran arquero, pero construyó un personaje agresivo y ganador. Una remera con un bulldog en el pecho, insultos a adversarios, burlas, todas cosas socialmente permitidas (hasta ahí) en el ámbito del fútbol. No hubiese sobrevivido en otras actividades.

La construcción que eligieron Fernando Iglesias o Lilita Carrió tiene problemas basados en la necesidad de mantener constantes equilibrios para no irse al pasto y evitar que la atención lograda se transforme en contundente e irrevocable rechazo.

La historia política de Carrió es una radiografía, logró muchas cosas, pero en un juego de juicios contrafácticos, ¿cuánto más lejos hubiese llegado sin hechos de desmesura que la sacaron del tablero tantas veces?. Incluso así, Lilita manejó mejor los que equilibrios con Fernando Iglesias.

Las acusaciones misóginas y descalabradas de Iglesias contra Florencia Peña por sus visitas a la Quinta Presidencial de Olivos, van mas allá del actor constantemente irracional y pasan al terreno del actor suicida, simplemente porque desentonan con el espíritu de los tiempos.

Iglesias no sabe manejar la desmesura y no es la primera vez que lo demuestra, aunque sí la mas grave. Y el costo puede ser altísimo. Socialmente y por ende, políticamente. La iniciativa para expulsarlo de la Cámara de Diputados podría prosperar porque incluso sus compañeras de bancada estarían dispuestas a dividirse para acompañar su expulsión.

Pero incluso, Iglesias tiene un riesgo mayor. Su mandato termina en diciembre y va por la reelección. Hoy es candidato. Su espacio político debería hacer una enorme elección para mantener las bancas que logró en 2017, que el año que se renueva en esta ocasión. 

Pero Juntos no está en la misma posición de entonces y es posible que que pierda legisladores, y en ese caso, es viable que, un bloque del FdT mas numeroso, directamente le impida asumir en caso de lograr la reelección, como ocurrió por ejemplo, con Luis Patti, en definitiva, de acuerdo a la Constitución, cada Cámara es juez de los títulos de sus miembros.

Todas esas consecuencias son producto de insultar innecesariamente a una mujer, por confundir apoyo popular con cuatro tuits "divertidos" que generan un microclima diferente al de la realidad cotidiana. En general el simple desaforado tiene vuelo corto en estas lides.