Los hallazgos fueron publicados en Paleobiology, en donde los autores explican que este mecanismo evolutivo está íntimamente relacionado con la sexualidad de los ancestros de las aves.

De acuerdo con los paleontólogos de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, «el plumaje habría surgido como un método de competición entre los machos, sustituyendo las violentas luchas por el derecho a aparearse».

Para llegar a esta conclusión, examinaron los cráneos de 500 terópodos que, según la cobertura de National Geographic, eran un grupo de carnívoros de las dimensiones de los tiranosaurios. A partir de las incisiones en los huesos, se determinó que fueron resultado de agresiones de miembros de su misma especie. Con ellas, establecían sus jerarquías sociales y, por lo tanto, su derecho a escoger una pareja hembra.

Este comportamiento era común en la especie, y se heredó a ciertas especies de reptiles contemporáneos. Entre ellos, por ejemplo, figuran los cocodrilos. Sin embargo, este tipo de agresiones sexuales no se ven en las aves, ni existe evidencia en los restos fósiles de dinosaurios con plumas. Por esta razón, según los paleontólogos británicos, podría ser que el desarrollo de plumas fuera una manera de apaciguar estas batallas de territorio y jerarquía.

En el estudio, los autores explican que hubo «una transición desde la ornamentación ósea craneal y agresión intrasexual hacia la evolución de plumas penáceas para la exhibición”. En otras palabras, los dinosaurios con plumas utilizaron su plumaje como mecanismo de defensa. Especialmente los ejemplares machos, en los que se observa más claramente esta tendencia agresiva. Así, también, se logró establecer un sistema jerárquico mucho más seguro.