En Bravo Continental entrevistamos el martes pasado a Carolina Ponce de León, quien dio un escalofriante testimonio sobre cómo había sido abusada por tres hombres  mientras cubría las elecciones en la Casa de Gobierno de Tucumán. A ella se sumó la periodista Mariana Romero, quien relató un hecho similar en las PASO. Ambas denuncian agresiones sexuales durante las coberturas periodísticas.

El tema puso el foco sobre las violencias que padecen las mujeres periodistas. Según un estudio que realizó este año la UNESCO  en 112 países, siete de cada diez mujeres periodistas sufrieron violencia, acoso sexual o amenazas físicas por su trabajo. Las agresiones se trasladaron en gran parte al mundo digital y la mayoría de las víctimas son mujeres con voz propia que tratan temas de género, deporte y política.

En 2019, antes de la pandemia, el colectivo Periodistas Argentinas realizó una encuesta entre 145 profesionales. Los resultados fueron contundentes: más del 80% había padecido maltratos y abuso de poder, casi el 60% había sido acosada sexualmente y cinco denunciaron abuso sexual. También denunciaron violencias fuera del espacio laboral en ejercicio de la profesión por parte de colegas, entrevistados, funcionarios y fuerzas de seguridad. Un 10% manifestó que había sido agredida en el espacio público.  Completar la encuesta fue un descenso a los infiernos:  las preguntas servían para tomar conciencia de maltratos y abusos tan naturalizados, que ni siquiera se identificaban como violencias.

Mientras las periodistas tucumanas daban su testimonio, muchas profesionales recordaban casos que sucedieron hace décadas. La valentía de Fanny Mandelbaum,  que hizo frente a distintas agresiones en la cobertura del levantamiento carapintada y en el caso María Soledad, o el caso de Silvia Fernández Barrio, agredida en 1992, mientras cubría el atentado a la Embajada de Israel.  La mirada machista hizo que en aquel momento se banalizara y ridiculizara la frase “me tocaron el culo”, que fue exactamente lo que sucedió.  Nadie salió a solidarizarse, al contrario, le costó el trabajo. “Me destrozaron la carrera.  Fue la cosa más burda que te puedas imaginar. Fue como una violación”, contó años más tarde Fernández Barrio,  en una entrevista que publicó el diario La Nación.

Estamos en un cambio de época, movimientos como el #MeToo hicieron que muchas mujeres empezaran a desnaturalizar esas violencias. La violencia de género surge de un patrón cultural del que también son víctimas las mujeres periodistas que comienzan a levantar la voz.