Los más fanáticos del deporte quizás hayan conocido el nombre de Lance Armstrong por alguno de sus logros como ciclista. Posiblemente, en 1999 cuando ganó por primera vez el Tour de France en lo que sería el inicio de una seguidilla tan fulgurante como luego penosa para la historia del deporte.

Los menos avezados en cuestiones vinculadas al ciclismo seguramente hayan oído sobre el estadounidense como consecuencia del escándalo de doping que protagonizó. Pero, sin importar el pasado, actualmente se lo vincula indefectiblemente con el consumo de sustancias ilegales para mejorar el rendimiento.

La historia de un héroe que pasó sin escalas a ocupar el rol de villano. La carrera de Armstrong en el ciclismo comenzó como una historia de superación. Tras un inicio prometedor, pero sin logros demasiado destacados a nivel internacional, a sus 25 años le detectaron cáncer testicular con metástasis cerebral y pulmonar.

Afrontó momentos durísimos, ya que le diagnosticaron un 40% de posibilidades de sobrevivir. Sin embargo, se recuperó tras pasar por todo tipo de tratamientos para vencer la enfermedad. Dos años después, volvió a correr profesionalmente, y a partir de 1999 su carrera daría un salto único.

Comenzó una racha que acabaría en el 2005 de siete triunfos consecutivos en el Tour de France convirtiéndose en el máximo ganador de la historia de la competencia. Transformado en una leyenda absoluta y en símbolo del deporte en su país, tras su última conquista en la competencia más importante en el ciclismo de ruta, decidió retirarse con toda la gloria.

El ciclista texano se caracterizó siempre por ser muy crítico con cualquier situación que pudiese vincularse con el dopaje durante su carrera. Sin embargo, sufrió en su momento acusaciones que lo vinculaban al consumo de sustancias ilegales. Especialmente cuando en 2001 comenzó a trabajar con el médico italiano Michele Ferrari, cuya reputación era la de hacer cualquier clase de experimentos con tal de mejorar el rendimiento de un atleta.

En el año 2004 cuando Ferrari fue acusado de cometer fraude deportivo, Armstrong cortó todo tipo de relación con él y declaró públicamente que lo hacía por sentir “cero tolerancia por alguien condenado por usar o facilitar drogas dopantes” aunque desmintió haberlas usado o que el médico siquiera se las hubiese ofrecido.

Pese a este y otros rumores y testimonios incriminatorios, nada fue probado y la vida del multicampeón se mantuvo estable, casi hasta el final de su carrera. Recién en el año 2010, una nueva acusación volvió a dejarlo en el ojo de la tormenta, pero en este caso, las consecuencias serían devastadoras.

Floyd Landis, su ex compañero del equipo US Postal, a quien se le retiró el título del Tour de France 2006 por dopaje, declaró que Armstrong utilizaba drogas para mejorar su rendimiento y obligaba a todo su equipo a hacerlo para poder seguirle el ritmo. Esto desencadenó una investigación de la Agencia Anti-Doping de los Estados Unidos (USADA).

En el 2012 luego de años de investigación, el organismo norteamericano presentó ante la Unión Ciclista Internacional (UCI) un informe de más de mil páginas, con testimonios de 11 ex compañeros en el que se describió “el sistema más sofisticado, profesionalizado y exitoso de dopaje que el deporte jamás ha visto”.

A partir de entonces, la vida del que quizás había sido el ciclista más destacado de la historia, se convirtió en un infierno. Ese mismo año, por propuesta de la USADA, la UCI sancionó a Armstrong con la quita de todos sus torneos ganados desde 1999 e impidiéndole competir de por vida.

Pese a no haber sido descubierto en ningún control durante su carrera, se lo acusó de haber utilizado sustancias y métodos prohibidos, como testosterona, transfusiones de sangre, corticosteroides, agentes para ocultar otras sustancias y, principalmente, EPO. La eritropoyetina o EPO, es una sustancia natural del cuerpo humano que aumenta los hematocritos, y permite una mayor circulación de oxígeno por los músculos. Esto aumenta notoriamente la resistencia y la capacidad de recuperación de un atleta.

El nivel de hematocritos puede crecer naturalmente mediante técnicas de entrenamiento o a través de inyecciones de EPO artificial, tal como según consideró la USADA, hizo el norteamericano. Desde entonces la vida entera de Armstrong se desmoronó.

De ser un ídolo a la par de Michael Phelps o LeBron James, según sus propias palabras, pasó a perderlo todo. Su fama y su gloria se evaporaron. Su figura pasó a ser la de un farsante. Perdió contratos de patrocinio con empresas como Nike, Trek, Oakley o Giro, que lo abandonaron haciéndole perder más de 70 millones de dólares.

Además, el Comité Olímpico Internacional lo instó a devolver la medalla de bronce lograda en Sidney 2000. Hasta la relación con su ex mujer Betsy Andrew, cayó en picada, luego de que ella testificara en su contra en la causa impulsada por la USADA.

Lejos de intimidarse por la presencia de su marido, en la audiencia lo acusó de ser “el gran fraude en la historia del deporte”. Pese a la enorme evidencia en su contra, durante un tiempo negó todo tipo de acusaciones y hasta subió la apuesta, al increpar a cada uno de los que habían declarado en el caso y quienes se animaban a cuestionarlo públicamente. Aún en esta crítica situación, su postura era altiva y arrogante.

Finalmente, en enero de 2013, en una entrevista con la reconocida conductora norteamericana Oprah Winfrey, Armstrong confesó todo. Reconoció haber utilizado procedimientos no permitidos como la transfusión de sangre y el consumo de sustancias para mejorar su rendimiento, como la EPO.

Además, afirmó que ningún ciclista de su generación hubiese podido ganar un Tour de France sin doparse, lo que desató un caos en el ciclismo, que sufrió, a causa de todo esto, un enorme desprestigio. Varios años más tarde, en un documental de ESPN, llegó a admitir que comenzó a drogarse para mejorar su rendimiento a sus 21 años, y que no descarta la posibilidad de que el cáncer que padeció haya tenido algún tipo de relación con el consumo de las mencionadas sustancias.

Quien alguna vez fue uno de los ídolos más grandes del mundo se convirtió en el gran ejemplo del engaño y la trampa. Deportistas de las más diversas disciplinas, entre ellos Roger Federer y Novak Djokovic, se refirieron al caso Armstrong como uno de los fraudes más lamentables de la historia del deporte.

En alguna ocasión, el ciclista que lo ha perdido todo, sostuvo que hubiese ganado todo lo que ganó, aún sin consumir nada. Pero lo concreto es que sus dichos nunca podrán probarse y el lugar que la historia siempre le deparará es el del gran villano del ciclismo.