La relación entre arte y política viene de larga data y la discusión en torno a las canciones que tienen un significado inicial y son tomadas y resignificadas para una campaña, tiene una eterna irresolución. Hasta que punto un actor político es el mero público que puede adueñarse de algún modo de cualquier obra artística y otorgarle un significado subjetivo a placer y hasta que punto el adoptarla como parte de una campaña pública es conspirar contra la obra misma.