Nahir Galarza, condenada a cadena perpetua por el asesinato de Fernando Pastorizzo, le contó a su abogada, Raquel Hermida Leyenda, que el homicidio en realidad lo cometió su padre, Marcelo Galarza, y que ella no lo aclaró por mandato familiar y porque hubo complidad del padre con la fiscalía.

La letrada interpuso la denuncia, pero la fiscalía decidió rechazarla, porque claro, dice que el caso fue revisado por todas las instancias judiciales. Y es cierto. Pero en base a una premisa distinta y posiblemente falsa, entonces, el exceso de rigorismo procesal ¿puede empañar el esfuerzo humano por la verdad?.

Los plazos judicial, el principio de la cosa juzgada, tienen sus razones, nadie puede estar sometido a proceso eternamente, nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo crimen. ¿Pero pueden constituirse en la razón de eludir investigar la verdad, cuando hay una joven encerrada de por vida por un crimen que, tal vez no haya cometido? ¿Puede la justicia de los hombres darse ese lujo?.

Nadie dice que el nuevo escenario planteado por Nahir sea cierto, sino que ¿es posible negarse a investigarlo?. No, es un delirio, el exceso de rigorismo ritual es inviable en casos de homicidio y condena a perpetua. La sola posibilidad de que un inocente esté pagando por un culpable que está libre, no puede ser tolerado. 

La denuncia debe ser investigada, la prueba producida, la investigación agotada hasta sus últimas consecuencias. Los plazos procesales y los principios legales no están para evitar la Justicia. Los hombres no pueden ampararse en ellas para negar su falibilidad o su corrupción, todo debe investigarse para minimizar la enorme chance del error humano. Es el único modo de llamar, a esto que tenemos, Justicia.