La Iglesia tomó una medida importante, hizo algo que está bien y que era muy esperado, no solamente por la redacción y sanción de una nueva norma, sino además porque implica un reconocimiento de que la problemática existe y es grave.

Así, el Papa Francisco reformó las sanciones penales del Código del Derecho Canónico. En el nuevo Libro VI de tal cuerpo legal, en un capítulo específico sobe los delitos “contra la vida, la dignidad y la libertad del hombre”, se incluyó la pedofilia.

La actitud, que es correcta, puede ser también una bomba de humo. Porque el delito de pedolfilia ya existe, y la Iglesia se viene negando sistemáticamente de reconocer los hechos, incluso ha procedido tratando de sustraer a los sacerdotes acusados, de la acción de la Justicia.

No es necesario que la pedofilia este en el derecho canónico para sancionar a los sacerdotes, que están sujetos, antes que nada, a la misma ley que todos nosotros. Hace falta que la institución no los apañe, que los separe del contacto con menores ni bien surjan las denuncias, que la jerarquía no niegue los hechos, como hizo el propio Francisco cuando visito Chile y defendió a capa y espado al Obispo Juan Barros, y tuvo que recular tres meses después porque las pruebas eran abrumadoras.

Así que sancionar normas está muy bien, pero las conductas se prueban en el quehacer cotidiano, esperemos que este reconocimiento implícito de la Iglesia se vea en los hechos, para festejar.