La Libertad de Prensa es, en nuestro país, el derecho con mas estricta tutela constitucional. Esto es así, porque el constituyente ha considerado que la posibilidad de publicar las ideas por la prensa sin censura previa, hace a la propia esencia del sistema democrático.

En el artículo 14, la Constitución enumera una lista de derechos genéricos, que luego amplía y, entre ellos, menciona el derecho a “publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”. Pero previo a la enumeración, el constituyente creyó conveniente aclarar que el ejercicio de tales derechos será de acuerdo a las leyes que los reglamenten.

En principio y si la Constitución terminase en su artículo 31, no habría derechos de rango superior a otros, pero el artículo 32 prescribe tajante: “el Congreso Federal no dictará leyes que restrinjan la libertad de imprenta o establezcan sobre ella la jurisdicción federal”. La carta Magna prohíbe al Congreso reglamentar por medio de una ley la libertad de prensa.

En síntesis, hay un único derecho que el Congreso no puede reglamentar. Uno extraordinario y diferente, uno para el cual el constituyente ha redactado un artículo en especial, para aclarar que sobre él, ni siquiera el Poder Legislativo puede interferir. Es la libertad de prensa.

Por eso lo ataques a la prensa toman el carácter de violentos. Al no poder vulnerar a los medios por una vía institucionalizada, surge lo que vimos en el ataque a Clarín: encapuchados tirando bombas, como modo de amedrentamiento, buscando el miedo y con el la autocensura. 

Da lo mismo si es Clarín o Página/12 o un diario barrial, no estamos hablando de ideología, de una forma de contar la realidad o de la penetración de un medio, estamos hablando de libertad, de esa libertad que algunos pretenden restringirnos por la vía del amedrentamiento.

No podemos permitirlo, jamás. Condenar o repudiar es insuficiente. Hay que exigir esclarecimiento y condena. No puede permitirse un solo paso en ese sentido. Toda operación violenta contra medios de comunicación es un ataque a la democracia que tantos padecimientos nos costó conseguir.