El pequeño pueblo galés se había hecho famoso de un día para otro por la más dolorosa de las razones. El día anterior, una escombrera de una mina de carbón había colapsado desatando una avalancha que sepultó vivas a decenas de personas. 144 murieron; 116 eran niños, la mayoría de ellos entre las edades de 7 a 10 años.